viernes, marzo 29, 2024

La historia de GorXarion – Capítulo 2: Clases teóricas

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Panini

Ya había amanecido y los rayos del sol daban de lleno en el rostro del Sheriff Arion. Por alguna razón que no comprendía había acompañado a Djörgen en su viaje a alguna parte pero sin saber exactamente a donde se dirigían los caballos que tiraban del carro cubierto con una tela blanca reconvertida en marrón por el polvo y la tierra que se había incrustado al pasar por los caminos secos por los que circularon durante toda la noche. La única conversación que tuvieron cuando terminaron de enterrar el cadáver de la mujer del Sheriff Arion fue:

– Yo soy como tú, puedes acompañarme si quieres.
– Está bien -respondió Arion-.

No quiso preguntar nada más. No tenía fuerzas ni para preguntar ni para escuchar. Podía haberle preguntado a dónde iban, en qué sentido era como él, por qué le había ayudado, cómo le había encontrado pero prefirió sencillamente acompañarle y ponerse a dormir en la parte delantera del carro puesto que a Djörgen, por alguna razón que tampoco quiso preguntar, no le parecía buena idea que lo hiciera en la parte trasera aun pudiendo ir tumbado y mucho más cómodo.


Pero había amanecido un nuevo día y con el nuevo día la mente de Arion estaba más despejada y su cuerpo más relajado por lo que ahora las preguntas que no había hecho, las iba a hacer todas juntas.

– Buenos días, dormilón -dijo Djörgen-.
– Buenos días, ¿no has dormido nada en toda la noche?
– No, hemos de llegar cuanto antes a nuestro destino.
– Hablando de nuestro destino, ¿cuál se supone que es nuestro destino?
– La costa.
– ¿La costa? ¡Eso está a tres días!
– Sí, tres días durmiendo, día y medio sin dormir. Ahora mismo nos quedaría solo un día.
– ¿Y se puede saber para qué vamos a la costa?
– Para alquilar un barco que nos lleve al otro lado del océano y así informar de la muerte del Rey Gilles.
– ¿El Rey Gilles?
– Sí, tú le conociste como Herbert. Era su nombre falso para no llamar la atención más de lo normal. Gilles Garnier era su verdadero nombre. Uno de los pocos que conservó su auténtico nombre excepto para venir aquí pero solamente fue por motivos de seguridad. Por norma general, todos nos cambiamos el nombre pues solemos tener un pasado tormentoso y habitualmente, nuestro pasado va unido a ese nombre, así que pensamos que para dejar atrás este pasado, nos puede ayudar cambiarnos el nombre.
– ¿Y surte efecto?
– No exactamente. En el caso de Gilles, creo que ha sido el licántropo más fuerte…
– ¿Licántropo? -interrumpió Arion- ¿se supone que eso es lo que somos? Mitad hombre, mitad lobo. Una parte humana y otra parte de bestia. Una con sentimientos y otra sin ellos. Yo no sentí nada cuando maté a toda esa gente…
– Vampiros, no gente -interrumpió en esta ocasión Djörgen-.
– Bueno, lo que sea, el caso es que tengo miedo de que la parte de bestia acabe dominando a mi parte humana.
– No te pasará eso. Serás entrenado para ello.
– ¿Entrenado por quién?
– Ya lo verás en su momento. El caso es que, como te iba diciendo antes de que me interrumpieras, Gilles fue el único que teniendo un pasado horrible, no se cambió el nombre, pero también es verdad que era uno de los que mejor controlaban sus sentimientos, sus sentidos y hasta sus procesos metamórficos entre el humano y el lobo.
– ¿Tan malo fue su pasado?
– Sí… la verdad es que en sus inicios… digamos que… no era capaz de controlar tan bien sus impulsos y mató a alguna que otra persona de forma muy salvaje, por lo que fue acusado, juzgado y ejecutado pero esto último no le salió demasiado bien aunque en el lugar de donde procede así lo creyeron. Lástima que ahora, cientos de años después, se acabara por ejecutar su sentencia aunque por distintos ejecutores.
– ¿Cientos de años?
– ¡Ah sí! Se me olvidaba decirte que los licántropos tenemos una vida más larga que la de los simples humanos, aunque lo del caso de Gilles fue un caso excepcional. No se sabe muy bien por qué pero él duraba más de lo normal. Posiblemente fuera porque su sangre fuera más pura pues era de padres licántropos.

Tras esto, Arion dejó de hablar. Tenía aún varias preguntas que hacer pero también tenía mucho en lo que pensar. El repiqueteo de las ruedas del carro era constante. Cric, crac, cric, crac, cric, crac… ¿Cómo había podido dormirse con ese ruido infernal? Tras unos minutos de silencio dijo:

– GorXarion.
– ¿Perdón? – contestó Djörgen.
– GorXarion… ese será mi nuevo nombre.

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