viernes, abril 19, 2024

‘Yakuza’ y la magia de lo cotidiano

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Panini

yakuzaHace relativamente poco —gracias a la nueva versión de su primer juego y a la precuela argumental de toda la franquicia— comencé a jugar a la saga ‘Yakuza‘. Llevaba muchos años oyendo maravillas de los títulos de Kiryu Kazuma, pero era incapaz de entender por qué.

“Sólo parece un ‘yo contra el barrio’ que podría tener una buena historia basada en el crimen organizado nipón”, pensé. “Seguramente la historia sea buena, pero tampoco veo que la gente lo subraye como el atractivo principal”. No era capaz de entender qué hacía a esta franquicia tan mágica.

Entonces, un tuit pudo llamar poderosamente mi atención. En él, un amigo aseguraba haber ganado, tras una partida de bolos, un gallo llamado Nugget que… ¿actuaba como contable para su empresa? Desde ahí, todas las apuestas no hacían más que subir. Al investigar un poco era fácil descubrir minijuegos bastante variopintos. Desde el billar y los dardos —algo que, de no ser por la posibilidad de jugar completamente beodo, sería algo totalmente serio— hasta ideas más esperpénticas como una casa de citas telefónicas disfrazada de minijuego de disparos o una liga de lucha libre protagonizada por chicas en paños menores en las que, en lugar de sangre, los golpes emiten corazones y arcoíris.

yakuza nugget

Y ahí es donde la saga te atrapa. El efecto “vine aquí por Godzilla”. Un protagonista tiene que contar con cantidades ingentes de carisma si podía permitirse repartir estopa dentro de los círculos más turbios y, al mismo tiempo, pasar las tardes en los recreativos jugando a ‘Out Run’ o dándolo todo en el karaoke.

Así que decidí probar y, si bien la faceta cómica y la seria son la base de lo que significa ‘Yakuza’, hay una tercera pata en el taburete que hace que todo sea completamente sólido. Que hace que podamos empatizar, crecer y guardar un hueco en nuestro imaginario para los personajes. Que convierta un gran juego en uno sobresaliente.

Hablo de la vida cotidiana. ‘Yakuza’ acierta de lleno en tratar Kamurocho —o cualquier otra ciudad donde se desarrolle el título de turno— en un lugar vibrante y lleno de gente con sus problemas y su día a día. Es cuando nuestro protagonista entra en escena y, mediante las misiones secundarias, comienza contextualizar.

Claro está, aquí también contamos con un amplio abanico de posibilidades, desde las reyertas paralelas de los yakuza a las grandes guerras del crimen organizado hasta al más cómico de los señores que te puedas encontrar en la calle, por lo que nos permitirá conocer hasta la más extraña de las facetas de nuestros protagonistas.

Citaré una de las más divertidas para decir de qué hablo. En ‘Yakuza 0’, encontramos a un niño decepcionado en medio de la calle. Si nos preocupamos por él nos contará que acaba de tener una discusión con su madre por desmerecer su curiosidad —a gritos— sobre un artículo de una máquina expendedora envuelto en papel de burbujas. El bueno de Kiryu, algo conmovido por la historia le promete que no le tratará también como un niño y decide ir él mismo a por el producto… para descubrir que se trataba de una revista pornográfica.

yakuza magazine

En ese momento llega el dilema. Está claro que un niño no debería tener ese material en su haber, pero ya le ha prometido que no le iba a tratar como un crío. Así que hace de tripas corazón, con una palpable incomodidad que no esperarías de alguien que se gana la vida dando palizas, y se aproxima a la máquina. Y comienza la hora del descanso en las oficinas cercanas. El callejón se empieza a poblar —incluyendo a algún que otro personaje que conocemos— y, evidentemente, nuestro protagonista comienza a tener reparos en que le vean comprando algo así en público. Y comienza una misión de sigilo.

Por algún motivo, algo así me hizo conectar con nuestro protagonista mucho más de lo que podría haber hecho una historia de traición, venganza y millones de yenes. Porque si bien la lealtad es una piedra angular en el comportamiento de nuestro protagonista, no parece realmente humano hasta que se tiene que enfrentar a emociones como la vergüenza o a cumplir su palabra frente a un crío.

También es encantador —de alguna forma— ver cómo el mafioso se dedica a enseñar, terriblemente incómodo, a una dominatrix a hacer su trabajo de forma efectiva o cuando vemos cómo el joven se enfurece con la oleada de acosadores que trae consigo un círculo ilegal de venta de ropa interior usada poco después de que la jefa del turbio negocio haya presumido de lo lucrativo y seguro que es.

Vaya, revisando mi lista de misiones favoritas he de reconocer que la mayoría tienen un componente sexual y de incomodidad. Quizá el compartir esa sensación de “demonios, en qué me han metido esta vez” me ayude a empatizar. Pero para nada es ésa la norma.

yakuza secta

Por ejemplo, en otra de mis misiones favoritas tendremos que salvar a la hija de una madre preocupada de una secta que le está lavando el cerebro y la cartera. Protagonizada por Goro Majima, que no tiene el mismo sentido del ridículo que Kiryu, podremos ver cómo se burla de todos y cada uno de los preceptos de la falsa religión y no tiene ningún tipo de reparo en darle una buena ración de golpes antes de largarse del local.

Como bien decía el abanico es amplio: coleccionar peluches en la máquina del gancho para tener contenta a una niña que sin sus muñecos no volverá a casa en unas conflictivas calles, escoltar a un hombre con fijación por cruzar un puente con una sudadera provocativa o enseñar a un grupo musical a fingir que son maleantes para ganar un seguimiento mayor en las calles son sólo algunos ejemplos de lo que ofrece.

Y es que podría seguir citando misiones y misiones hasta acabar la lista completa del juego porque rara ha sido la vez que no me he parado a intentar resolver los problemas de un viandante para ver cómo los protagonistas reaccionan a la situación y cómo nos muestran que, a pesar de ser unas máquinas de repartir estopa, tienen su corazoncito y su personalidad fuera de la familia.

Ven por las propuestas extrañas, quédate por la historia y enamórate por lo cotidiano. Eso es lo que hace a ‘Yakuza‘ tan especial.

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