viernes, marzo 29, 2024

La historia de GorXarion – Capítulo 1: Enterrando el pasado

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Panini
Después de la matanza que nuestro protagonista había ejecutado con sus propias manos, éste se quedó paralizado viendo los cuerpos sin vida de quienes fueran sus vecinos. Hellen murió quedando tendida sobre su marido, el Doc Smith, el cual había quedado con la cabeza por un lado y el cuerpo por otro. Recordaba una y otra vez ese instante, en el que en el fragor de la batalla con su ira y rabia buscando únicamente venganza por la muerte de su esposa amada, no lograba visualizar, aun siendo un final sumamente cruel para esa pareja que en su día fueran sus honrados y caritativos vecinos.

Con los ojos abiertos, fijos en esa escena, consiguió contemplar el momento en el que sus garras decapitaban al Doc Smith, cayendo desplomado al suelo. En ese instante pudo ver pequeños resquicios de humanidad en esos monstruos cuando, en lugar de continuar con la batalla, Hellen le dio la espalda olvidándose de que su vida pendía de un hilo por cualquier distracción que tuviera y echándose a los brazos de su ya fallecido esposo. En ese momento, GorXarion no dudó… era una presa fácil dándole la espalda y no dudó en acabar al instante con su vida… pero ahora no podía reaccionar pensando en lo que había hecho. ¡Había matado a las que quizá fueran las mejores personas de la ciudad! Y, posiblemente, no habían cambiado tanto como pensaba. Al fin y al cabo, ellos no pidieron convertirse en lo que se habían convertido… 

Sin embargo, la oscuridad estaba desapareciendo y los primeros rayos de sol se dejaban asomar en el horizonte. En ese momento pasó algo que nunca había presenciado. ¡Los cuerpos inertes de los vampiros se estaban descomponiendo! ¡Se fundían cual gelatina derritiéndose entre unas ardientes brasas! En ese instante, con la desaparición de aquellos cuerpos, desaparecieron también sus remordimientos. Se dio cuenta de que si aquellos seres no estaban ya allí era porque realmente, ¡sobraban de entre la humanidad! Además… tenía que hacer algo que le iba a costar mucho. Enterrar él mismo a su propia esposa… y desaparecer. Sabía que lo que había hecho con todos aquellos vampiros iba a traer venganza de otros, lo cual podría poner en peligro al resto de la ciudad si se mantuviera aún allí. 

Por tanto, cogió en brazos a su ligera esposa, la cual, en esta ocasión, se le hacía pesada; era como una gran losa de piedra maciza, pues no sostenía únicamente sus 52 kgs, sino que también sostenía junto a ella, sus planes de futuro, esos niños que tanto ansiaban tener, sus riquísimas magdalenas que ya no podría degustar nunca más, aquellas únicas reconciliaciones después de una absurda pelea, sus divertidísimos ataques de celos cuando le decía que quizá él mismo podría arreglar el problema de Hellen Smith de no poder tener hijos, pues seguramente que la culpa era de su marido, empleando su característica ironía, que aún conociéndola, no quería escuchar nada semejante porque temía que alguien mejor que ella le pudiera arrebatar de su lado … y, a su vez dejaba atrás esas partidas interminables de póker en el bar de Arthur, esas fiestas que se celebraban en la ciudad por cualquier motivo, esos bailes con los que nos deleitaban las chicas de Arthur cuando tenían “tiempo libre” de sus tareas más cotidianas… Todo aquello iba a quedar enterrado junto con el cuerpo de su mujer. 

Finalmente, después de “tomar prestada” la pala al enterrador de la ciudad, llevó a su esposa a un lugar apartado y se puso a cavar. Cuando hizo un hoyo lo suficientemente profundo, echó allí el cuerpo. No podía hacerlo. Cada palada que daba echando tierra sobre su mujer era como si un enorme filo de espada atravesara su corazón. Nuestro protagonista no aguantó. Lanzó la pala a varios metros del hoyo y se puso a llorar desconsoladamente arrodillado al borde del hoyo con la frente apoyada sobre el suelo. 

En ese instante oyó una voz a su lado que le dijo: “Creo que esto (la pala) es tuyo y también creo que vas a necesitar ayuda para acabar lo que has empezado. Si quieres, yo te puedo dar esa ayuda”. Levantó la vista y vio a un hombre moreno, con barba en el mentón y una vestimenta oscura. Su nombre era Djörgen. 
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