En julio de 2005, mucho antes de que la editorial Gigamesh se viera colapsada por la adaptación de Canción de Hielo y Fuego a la pequeña pantalla, la colección Gigamesh Ficción publicaba su libro número 33. En aquel momento, Bosque Mitago de Robert Holdstock. cumplía veintiún años desde su primera edición en inglés (Mythago Wood) y Alejo Cuervo insistía en hacerla conocida.
La novela, que originalmente había sido una novella de mismo nombre publicada en 1984, es ya una de esas joyas ocultas que solamente se llegan a conocer a través de recomendaciones personales y que parece contar con todas las bendiciones que se le pueden pedir a una obra de ficción: tiene un planteamiento interesante y un desarrollo impecable, el estilo es ágil y la historia absorbente, hasta el punto que sus 272 páginas se hacen cortas, aborda temas interesantes y complejos, y está llena de imágenes que perduran en la memoria.
Bosque Mitago comienza con el regreso del inglés Steven Huxley, que ha luchado en la Segunda Guerra Mundial, a su hogar en Refugio del Roble. Allí teóricamente le esperan su hermano Christian y la misteriosa joven Guiwenneth de la que se ha enamorado, además del recuerdo de su padre recientemente muerto, un hombre distante que en sus últimos años parecía haber enloquecido en sus investigaciones del bosque virgen de Ryhope, que linda con la casa. Lo que encuentra en realidad al llegar es a su hermano descuidado y aquejado por los mismos miedos y obsesiones que había sentido su padre, a la chica desaparecida y al bosque tan inquietante como lo recordaba. A partir de las explicaciones de Christian y del diario de su padre, Steven empieza a comprender la naturaleza de Ryhope, las obsesiones de su familia con los mitagos (mito imagos, imágenes de un mito) y su papel en el misterio, mientras la imaginación colectiva influye en el origen del folklore y las leyendas pueblan el día a día en Refugio del Roble.
Un lugar cerrado, inexplorado y salvaje que enfrenta a hombre y naturaleza, como metáfora del crecimiento personal a través de los giros oscuros de la psique. Una atmósfera cargada, con el peligro de presencias desconocidas. Relaciones familiares difíciles, marcadas por el miedo y la rivalidad, en especial con la figura paterna. Si los ingredientes resultan familiares es porque esta fórmula ha demostrado ser de gran éxito, como prueba el gran reconocimiento que tuvo en su momento la serie Perdidos (Lost). Y, de nuevo, veinte años separan el estreno de la rompedora serie y la publicación de Bosque Mitago.

Y es que el lenguaje de la novela es una de sus grandes bazas, puesto que las ideas se transmiten de manera increíblemente directa y sencilla, pero sin dejar por ello el aspecto literario/poético. Bosque Mitago no acusa el paso del tiempo, su estilo sigue siendo actual, cosa que representa un punto a favor para hacer de un libro un clásico. Los conceptos y descubrimientos de la novela se establecen poco a poco, más que establecerse como verdades absolutas y aceptadas, son teorías cambiantes y sujetas a discusión. Es decir, no encontraréis info dumps, páginas y páginas de explicaciones y predicciones para poneros en contexto, sino que iréis descifrando los misterios junto con Steven. Habrá teorías que queden como simples ideas incompletas, muchas y a veces compatibles entre ellas, relacionadas con lo que podríamos llamar meta-fantasía, que exploran el origen de los mitos. El lector atento tendrá la posibilidad de conjeturar mucho, a menudo tiempo después de haber leído el libro (veis, ya dije que me recordaba a Lost). En este sentido, se trata de un libro muy poco predecible, cuyos giros argumentales recuerdan a un laberinto o, muy acertadamente, a un bosque.

Gigamesh se ha encargado de hacer perdurar este clásico del género y en 2011 reeditó la obra, que cuenta con un equipo editorial de confianza, con Alejo Cuervo en cabeza. A la traducción, Cristina Macía, que ha traducido cómic (Los 4 Fantásticos, Omaha o Conan el Bárbaro) y fantasía (varios de los primeros libros de la saga Mundodisco y Canción de Hielo y Fuego). La portada es obra de Enrique Corominas, con su estilo fluido reconocible, y personalmente la prefiero a portadas extranjeras porque parece encajar mucho mejor con el tono de la obra.
Recomiendo Bosque Mitago a todo aquel que tenga poco tiempo para leer y mucho para reflexionar. A fans de Lost y Lovecraft, pero también a lectores de Marion Zimmer Bradley y T.H. White. Lee Bosque Mitago para disfrutar de los mitos de bretones, sajones y pictos. Léelo si estás cansado de ver la fantasía como un “género agotado” que abusa de clichés y quieres darle una última oportunidad, o si crees que pasados unos años los libros pierden necesariamente frescura. Dale una oportunidad, porque es muy posible que en Bosque Mitago encuentres con una lectura inolvidable y, sobre todo, diferente.





