

‘El show de Grossman’ es la primera novela que Laura publica con Aristas (ya publicó un relato en la antes mencionada ‘Black Pulp Box’). La novela empieza con una premisa muy interesante: Rethrick es un planeta cuyos habitantes son fans incondicionales de la Tierra. Nosotros no sabemos que existen, ellos lo saben todo sobre nosotros, son fans de lo que hacemos. El show de Grossman es el programa de televisión número uno de Rethrick y habla, cómo no, de la Tierra. Los rethrickianos tienen todos 3 ojos, dos antenas y la piel verde. Pero no nuestro joven protagonista, Matson Kastner, hijo de un rethrickiano y una terrícola, con lo que tiene 2 ojos, una antena y un color de piel algo menos verdoso (lo que se llama un terrickiano). En su obsesión por conocer a su madre, se embarcará en una aventura en la Tierra con 3 de sus amigos: Dandy, Bebban y Penny. Estas dos últimas también tienen un motivo de peso para ir a la Tierra: conocer a su escritora favorita, Robbie Stamp, que en la Tierra malvive sin tener demasiado éxito y en Rethrick es toda una celebridad.

Esta Robbie Stamp, que la misma Laura confesó (durante la presentación de sus libros en el Celsius 232) que es una suerte de ‘Alter Ego’ metaliterario de sí misma, aparece también en sus otras obras como elemento recurrente. Tampoco es la primera vez que ambienta alguna de sus historias en Rehtrick, un planeta que le sirve al autora de escenario para las historias más surrealistas y curiosas. Ejemplo de ello tenemos en el ‘Presencia Humana {uno}‘ de la misma colección ‘Pulpas’ de Aristas Martínez (publicado posteriormente).
Mientras leía la novela, no ha dejado de sorprenderme el estilo de Laura. Lo primero que destaca es quizás el uso de las onomatopeias (GLUM) y de las mayúsculas, además de las múltiples aliteraciones. Forma parte de este estilo directo y desenfadado que la caracteriza. Sus diálogos son sencillos, de réplicas rápidas, un toma y daca muy ágil, de tono abiertamente humorístico. Como demostración, este fragmento (p. 96):
[quote]—¡Claro que no! —contestó.
—Pues aquí hay un chico que lo conoce —dijo Randy, y sonó como una bofetada (PLAF)—. Le ha preguntado por él.
—No —dijo Trillian.
—Sí.
—¿Qué clase de chico?
—Uno raro.
—¿Cómo de raro?
—Parece una silla —dijo Randy.[/quote]
Las descripciones, escasas y escuetas, también contribuyen a aligerar una lectura que se hace muy, muy corta. Donde hay un poco más de complicación es en el elenco de personajes, que son muchos y muy variados. Esto es también un rasgo distintivo de la literatura de Laura Fernández, que demuestra un gusto particular por las clásicas ‘sitcoms’ americanas de los ochenta y noventa. Al fin y al cabo, se nota que la autora disfruta introduciendo elementos de la cultura pop en su obra. Desde los nombres de los personajes hasta las tramas alocadas de múltiples personajes haciendo varias cosas a la vez, todo está impregnado de esa sensación nostálgica por la cultura popular de antaño. Tenemos coleccionistas de muñecos de He-Man, una nave espacial con aspecto de furgoneta de los 70 destartalada o un bar de copas llamado Agente Scully, como ejemplos más claros. Los nombres de los personajes o incluso los títulos de los capítulos (que parecen sacados de un mal doblaje de una película americana) son todo un homenaje a esta cultura popular con la que Laura se siente tan cómoda.
Otro rasgo distintivo de gran parte de lo que edita Aristas Martínez es la ilustración y este libro no es una excepción. Las ilustraciones de ‘El show de Grossman’ corren a cargo de Martín López Lam, que ya había colaborado con Aristas Martínez en la ‘Black Pulp Box’. La portada se parece un poco más a lo que suele hacer el autor, que usa los colores de forma muy interesante, dando una impresión de obra ‘pulp’ que ya encaja con lo que se buscaba. Las ilustraciones del interior, en blanco y negro, pierden parte de ese encanto, a mi parecer.
La verdad es que con la portada ya recibimos cierto ‘input’ de lo que nos vamos a encontrar: una obra extraña y alienígena. Pero luego es mucho más. Es una historia llena de humor, con tintes de ‘sitcom’ clásica, asentada sobre los cimientos de la cultura popular, pero ambientada en otro planeta, con muchísimos elementos de literatura extraña (me fascinó por ejemplo la antena que colecciona charcos). Y la obra podría haber chirriado por todas partes y ser un bodrio ilegible, pero esto es todo lo contrario. ‘El show de Grossman’ trata temas universales de una forma novedosa, tanto por la ambientación como por el estilo y el resultado es una obra muy recomendable para aquellos que busquen algo nuevo. La edición está a la altura: tapa blanda con solapas, papel grueso y de calidad, buena maquetación y un tamaño de letra adecuado. 173 páginas con ilustraciones para una obra que sorprende para bien. Un servidor se queda con ganas de leer más de lo que ha escrito Laura Fernández.
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