viernes, marzo 29, 2024

‘El unicornio’ de Iris Murdoch

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Panini

Como ya indica en el prólogo el editor y crítico literario Ignacio Echevarría, ‘El unicornio’ no es una novela habitual de Murdoch. Iris Murdoch, profesora y estudiosa de la filosofía, escribió su primera novela, ‘Bajo la red’, a los 35 años. Desde entonces, la autora irlandesa responsable de obras como ‘La campana’, ‘El sueño de Bruno’ o ‘Henry y Cato’ (también en la colección Impedimenta) estuvo escribiendo hasta apenas un par de años antes de su muerte. Este libro fue la séptima novela de Murdoch, publicada en 1963, en pleno auge de su creatividad.

Por una parte, los elementos fantásticos de ‘El unicornio’, como las predicciones ominosas y las descripciones del entorno propias del cuento de hadas, destacan esta obra entre la producción de la autora. Por la otra, ‘El unicornio’ juega sin complejos con los tópicos de la literatura gótica, con un tono que en algunos momentos tiende a la parodia: el caserón maldito, la mujer loca en el ático o la naturaleza como elemento ambivalente que es a la vez aliada y enemiga. Los personajes de la novela, atados a convenciones que parecen extrañas, viven sumidos en un ambiente arcaizante por propia voluntad (algo que resulta todavía más evidente cuando se mencionan el Land Rover o el aeropuerto, inventos modernos y medios hacia una libertad que parecen rechazar).

'El unicornio' de Iris Murdoch, editado por Impedimenta

La historia se inicia cuando la insegura Marian, una profesora a punto de llegar a la treintena dispuesta a cambiar su vida trabajando como institutriz en un castillo, llega a la sombría Gaze, un paraje costero en el que apenas vive gente. El castillo resulta ser una mansión y los niños a los que instruir una mujer joven, la dulce e inocente Hannah Crean-Smith, que no abandona nunca la casa por propia voluntad, condenada por un marido ausente a expiar pecados pasados. Marian pronto conoce a los pocos sirvientes de Hannah, que malviven en el ambiente viciado de la casa, tratando de preservar la ilusión de normalidad y convencidos de que una vez hayan pasado los siete años de condena tendrá que ocurrir algo que destroce su pequeño mundo. Pero desde el caserón se puede ver otra casa, la de los Riders, habitada por la familia Lejour, que vive acosada por errores pasados y ligada a la vida de los Crean-Smith. Cuando le explican la verdad sobre Hannah, Marian decide tomar cartas en el asunto.

Nos encontramos en una novela de personajes, que viven oprimidos por reglas que nadie parece explicar. Al fin y al cabo, la vida en la casa parece a menudo monacal y, como hemos mencionado, la presencia de un aeropuerto contrasta con la quietud de un lugar en el que el correo es de las pocas distracciones aceptables. Aunque la ambientación de ‘El unicornio’ es inquietante (la casa en el acantilado, rodeado de un pantano peligroso y un mar mortal), no es el lugar lo que aprisiona a Hannah.

Marian llega al castillo como un soplo de aire fresco, llena de cabezonería y fascinación, y su evolución como personaje es, a mi parecer, la más interesante: al fin y al cabo, su autonomía la es arrebatada y devuelta constantemente, como en un espejo de lo sucedido con Hannah y los sirvientes. Como más tarde también lo hará Effingham (un amigo de la familia Lejour y el segundo punto de vista de la novela), su mirada nos muestra desde el exterior lo inquietante de la vida en la mansión. Si ellos son una mirada externa, por encima de todo está la del lector, que observa a Marian y a Effingham caer en una especie de síndrome de Estocolmo, presos en el el hechizo de Hannah y su corte.

Resultan fascinantes los sirvientes de la casa-castillo, cada uno con sus secretos, pero todos dotados de una idea de lealtad diferente en un exacerbado romanticismo del vasallaje. Los personajes menores están dotados de detalles que los convierten en prácticamente arquetipos, sin quitarles humanidad. Max Lejour, el anciano aficionado al platonismo, se cierne sobre la vecina casa de Riders como un patriarca benevolente. Jamesie, el joven misterioso y risueño con ínfulas de duendecillo contrasta con la figura del desterrado encarnada en el señor Crean-Smith.

'El unicornio' de Iris Murdoch, editado por Impedimenta

La escritora irlandesa ahonda en los aspectos más turbios las relaciones humanas: la culpa y la necesidad de proyectar sentimientos en los otros, la rigidez de las normas autoimpuestas y la validez del castigo, el amor cortés frente al amor práctico y libre de complicaciones (tan extraño como el unicornio, la criatura mítica del título).

El ritmo de la novela va en aumento y atrapa por sus secretos con la rapidez de un ‘thriller’. Hay varios giros de guión totalmente inesperados, fragmentos de meditación teológica y filosófica, escenas que parecen casi cómicas y momentos de terror inexplicable. Es especialmente disfrutable el último tercio de la novela, ya que hay varios puntos de clímax narrativo excelentemente escrito en sus últimas cien páginas.

La impecable edición de Impedimenta (ya la segunda), en tapa rústica con sobrecubierta, tiene 352 páginas. La traducción es de Jon Bilbao, responsable de la traducción de ‘La sombra fuera del tiempo’ de H. P. Lovecraft en la reciente edición de Fábulas de Albión y del libro ilustrado ¡Abajo el colejio!’ de Geoffrey Willians, también para Impedimenta, entre otros. El texto traducido por Bilbao fluye con mucha naturalidad y hace olvidar por completo que no estamos leyendo en castellano.

‘El unicornio’ es una de esas obras que no acaban de englobarse en el fantástico, pero que desafían al realismo con pasajes prácticamente oníricos y dando un papel importante al subconsciente. Para el lector de literatura de género, esta obra puede ser un paso más para explorar los límites y las convenciones de lo fantástico, incorporando a los elementos conocidos un discurso interesante que explora la moralidad sin condenar posturas, escrito con sutileza y un ritmo interesante. El primer capítulo de ‘El unicornio’ puede leerse a través de este enlace.

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