jueves, marzo 28, 2024

Reseña de ‘El Caminante’, de Jiro Taniguchi

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Panini
El Caminante, Jiro Taniguchi, Ponent Mon
El Caminante editado por Ponent Mon

¿Recuerdas la última vez que diste un paseo por tu ciudad? Sin prisas, sin el agobio de la necesidad de ir del sitio A al sitio B. Simplemente por el placer del viaje, sin un rumbo fijo, escuchando las voces y los sonidos que resuenan por debajo del infernal ruido del siglo XXI. A veces, tras el aparente infierno de cemento y cristal donde vivimos, se esconde la belleza, el instante perfecto, la coincidencia maravillosa. Lugares, personas, momentos que parecen milagros. Sobre todo eso habla ‘El Caminante’. A base de cosas pequeñas, de la poesía de lo cotidiano, Jiro Taniguchi construye una obra especial, armada de calma contra la histeria que parece nos domina en un mundo sin frenos.

En ‘El Caminante’ no ocurren grandes cosas. Ni siquiera hay una trama trepidante que nos haga mordernos las uñas ante los giros que conduzcan al final de la obra. La propuesta de Taniguchi escapa con elegancia de los lugares comunes, y a cambio nos ofrece pedazos de vida, extirpada de los cotidiano, fundamentada en las cosas que construyen la existencia del común de los mortales. La peripecia de nuestro protagonista no está jalonada con improbables acometidas de lo fantástico. Un realismo que de aplastante casi roza lo mágico, sirve al autor para reconciliarnos con nuestra existencia y nuestro entorno. 

No es tarea sencilla la elegida por este particular artista. Lo normal en el mundillo en el que nos movemos las ciudades sean descritas como eriales sin alma, en cuyo interior la vida humana vale menos que cero y las conciencias se corrompen por la oscuridad casi orgánica que repta por los rincones. Taniguchi se olvida de esa tendencia de negrura y pesimismo, y se acerca a la vida de los barrios, de la gente común, captada en deliciosos momentos de cotidianidad. La ciudad es entonces un hervidero de vida, algo orgánico y pletórico, construido a partir de sus habitantes.

El protagonista de las historias que conforman ‘El Caminante’ es tan normal que no necesitamos mucha información acerca de su vida. De hecho, Tamiguchi nos da lo justo en ese aspecto. Sabemos que se acaba de mudar, que está casado y trabaja en una oficina. Ya está. El guionista y dibujante no quiere contarnos una historia sobre este personaje, ni adentrarse en las profundidades de su alma a base de saltos en la trama y trucos de escritor. Al contrario, nos invita a que acompañemos a este hombre común en sus paseos, que descubramos lo que el descubre, que vivamos sus vivencias, que veamos ese pequeño rincón del mundo con sus ojos. Y aprenderemos mucho sobre este tipo, sí. Sin necesidad de grandes líneas de diálogo o tremendas experiencias. Todo lo contrario. Un universo a nuestros pies a partir de la simpleza genial más absoluta.

El Caminante, Jiro Taniguchi, Ponent Mon
La belleza y poesía de El Caminante

Taniguchi ofrece un relato fascinante, repleto de pequeños detalles, dibujado con trazo preciosista y cuidado, gran baza narrativa para un cómic que se sale de lo habitual. Es único en forma y fondo, auténtica muestra de fuerza del arte secuencial en su infinita capacidad para contar historias. ‘El Caminante’ es algo más que tinta sobre el papel. Hay una comunión casi mística entre las viñetas, maravillosa libertad en la concepción de la página por parte del autor, brillante comunicación con las emociones del lector gracias que prima la experiencia sensorial por encima del efectismo.

‘El Caminante’ es equilibrio perfecto en los silencios. Tamiguchi renuncia, en la mayor parte de la obra, al lenguaje. Es un elemento más, sirve de apoyo a las intenciones del autor, pero no es protagonista. Aún así, ‘El Caminante’ dista mucho de ser un cómic mudo. Al contrario, hay sonido en cada viñeta. El autor nos invita a escuchar en el aparente silencio. La naturaleza, la vida en plenitud, habla a través del apabullante despliegue gráfico de Tamiguchi. Escuchamos el viento que silva entre las hojas de los árboles. El agua que fluye, el traqueteo de los vagones de tren, los zapatos del protagonista golpeando el asfalto.

Tamiguchi pone a prueba nuestros sentidos. Sentimos la lluvia resbalar por nuestra cara, el sol del verano golpea nuestras caras, el alivio de la sombra en un día caluroso. Olemos el salitre cuando el protagonista visite la playa, y nos sentiremos reconfortados con cada regreso al hogar. Los paseos de ‘El Caminante’ son pura paz, refugio para el alma. Tamiguchi construye a base de poesía de lo cotidiano un fabuloso lugar al que regresar en forma de cómic. Cada vez que las tribulaciones del mundanal ruido azoten nuestra tranquilidad, ‘El Caminante’ nos abre un pequeño lugar en el mundo en el que descansar, aunque sea de papel.

La sencillez narrativa no esconde el portentoso despliegue de recursos por parte de Tamiguchi, que evita que ‘El Caminante’ caiga en la rutina o el aburrimiento, puesto que la repetición del esquema básico de la obra es, al mismo tiempo, su gran triunfo y su potencial peligro. Por suerte, cada paso de este caminante es una sorpresa, un encuentro, un descubrimiento o compartir algo íntimo con el paseante protagonista. Para que todo esto sea efectivo y real, Tamiguchi construye un mundo visual hermoso, lleno de contrastes, donde lugares casi mágicos comparten espacio con la fealdad de urbana.

El Caminante, Jiro Taniguchi, Ponent Mon
La paz de un colchón de flores

Como dibujante, Tamiguchi demuestra afinidad con el entrono natural, contexto en el que se le ve más cómodo. En ese sentido, integra la figura humana en la naturaleza, ejercicio de mímesis que nos recuerda nuestro origen, y la necesidad de conectar con estos espacios. El majestuoso blanco y negro transmite control absoluto por parte del autor de cada aspecto de su propuesta visual.

Escenas de gran belleza, que se mueven entre la tranquilidad del realismo sosegado y el detalle casi barroco con el que el dibujante describe su mundo. La limpieza del trazo y la inteligencia con el que trabaja las perspectivas y planos dentro de su viñeta dotan al autor de enorme personalidad entre los creadores de manga. Auténtico poeta que trasciende géneros y estilos, con ‘El Caminante’ da lecciones de contar historias con el menor ruido posible. Aún así, incluso con esa sencillez por bandera, Tamiguchi deja para el recuerdo una obra de espíritu diferente. Aunque se suele considerar menor en la bibliografía del autor, a mí me parece a reivindicar como uno de los grandes momentos de la narrativa secuencial.

El gran triunfo de ‘El Caminante’ es el efecto en el lector. Cuando cierres las páginas de la obra de Tamiguchi, sentirás una paz casi desconocida. Vendrán las ganas de dar un paseo por los alrededores. De una forma nueva, con ojos como recién estrenados, descubres de nuevo lugares que habías ignorado por repetición. Escuchas sonidos que parecen música, te fijas en la gente de tu alrededor, que dejan de ser sombras. Ahora son piezas de un todo, del tú mismo eres parte. La ciudad, el barrio, la calle, son menos opresivos. Parece que todo está bien. Respiras. Y sonríes. Puede que mañana repitas el paseo, e incluso llegues un poco más lejos. Efectivamente, Taniguchi, con entrañable intuición, nos ha convertido en El Caminante.

El Caminante vio la última gran edición en España de la mano de Ponent Mon. Aquella edición definitiva se editó en 2015, pero se puede encontrar con normalidad en las librerías. Es un libro de tapa dura, con gran calidad de papel y presencia muy cuidada. El libro recopila todas las historias cortas que el autor comenzó a dibujar a principios de los años 90. El precio recomendado del volumen es de 24 euros.

Jiro Taniguchi

Uno de los grandes nombres del manga, Taniguchi mostró una personalidad única en sus creaciones. Comenzó su carrera como ayudante de Kyota Ishikawa, y publicó por primera vez bajo su propia firma en 1970, con la obra ‘La habitación ronca’. Desde entonces, ha sido galardonado con los premios más importantes de la industria y ha sido reconocido con el aplauso unánime de crítica y público. Su obra ha sido publicada en multitud de idiomas a lo largo de todo el mundo. Este genial artista nos dejó este mismo año 2017, a los 69 años.

[note]Hoy en día, ¿quién se toma el tiempo de trepar a un árbol para recuperar un juguete extraviado? ¿De quedarse mirando volar a los pájaros, de saltar los charcos después de una lluvia? ¿O de bajar a la playa para devolver una concha? El Caminante nos invita a acompañarle en sus paseos, a menudo tranquilos y solitarios, y disfrutar de los placeres que procuran sus andanzas por su barrio. [/note]

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CRÍTICA

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RESUMEN

Maravilloso viaje por las pequeñas cosas de la mano de un maestro en el arte de contar historias con imágenes

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