
Hace mucho, mucho tiempo, iba yo leyendo (por primera vez) ‘El Señor de los Anillos’ (‘Las dos Torres’, concretamente). Era tarde, volvía del trabajo en el tren y, como buen Hobbit, iba consultando el mapa cada vez que en la obra se nombraba algún lugar de la obra (y dibujando los diferentes trayectos). Por eso, por ir mirando el mapa, el desconocido que tenía sentado frente a mí reconoció la obra (que no la edición) y comenzó a conversar conmigo sobre Tolkien y su obra. Esa persona fue la que me habló por primera vez de Ursula K. Le Guin y su obra. Nunca le olvidaré porque se lo agradeceré eternamente.
La reciente muerte de Ursula K. Le Guin (Berkeley, California, 1929) deja a la ciencia ficción sin una de sus maestras indiscutibles, a la literatura en general sin un icono (como afirma el propio Stephen King), y a los lectores casi huérfanos… si no fuera por sus obras.
Como todos los grandes autores, Le Guin se sirvió de la ciencia ficción para hablar de temas importantes, más aún si tenemos en cuenta cuándo lo hizo, a mediados de los años 60. Con ella reflexionamos sobre ética, sobre la sociedad, la moral, la sexualidad o incluso la sociolingüística.
Nuestra autora mostró un estilo sutil y muy rico, tanto en forma como en fondo, en el que se mezclaban sus muchos intereses e influencias: la antropología de sus padres (Alfren Kroeber, su padre, fue uno de los mayores antropólogos de su época), lenguaje (Ursula aprendió lenguas romances en Harvard y fue profesora de francés), derechos humanos e igualdad de sexos, entre otro muchos.
La ciencia ficción como metáfora de la vida

También tuvo lugar en esos años la publicación de ‘Los desposeídos‘, donde nos guió a otro viaje intergaláctico en el que nos encontramos con dos planetas gemelos gobernados por diferentes políticas económicas: uno por un capitalismo salvaje y otro por un utópico capitalismo.
Terramar y el lenguaje como magia

Para los filólogos, el mundo solo es limitado por el lenguaje, y aquí Le Guin nos muestra la magia de la palabra, con la cual dominaremos la Naturaleza (y a todas las criaturas) si conocemos la palabra exacta. A través del protagonista, la autora nos introduce en un complejo mundo que solo se insinúa, donde entrevemos toda una historia y una mitología que le da profundidad y que hace que deseemos conocer más, sin llegar a tener la intención de crear una trama enciclopédica al más puro estilo Tolkien (otra vez), y donde la magia nace del concepto, de la idea más que del detalle, de la palabra como verdadero transmisor y vehículo de la magia.
Decía la propia Ursula K. Le Guin en una entrevista que le encantaba releer libros, “lo que leímos hace 10 años es ahora un libro nuevo, diferente” y os invito a releer su obra o a descubrirla si no lo habéis hecho hasta ahora. No os arrepentiréis.



