El capítulo comienza con una bonita escena familiar idílica, pero como ya intuimos, es la calma que precede a la tempestad (familiar). Clark sigue teniendo problemas para comunicarse con Jordan, quien no ha olvidado lo que dijo su “abuelo” kryptoniano, lo que le lleva a sentirse (de nuevo) como un desarraigado. No ayuda que Clark, como cualquier padre, tiende a la sobre protección y se entromete en la vida social de su hijo. Bueno, como cualquier padre no, que éste tiene super oído, super velocidad… Y, claro, no puede evitar “echar” un oído sobre sus hijos, lo que ellos entienden como una violación de su intimidad.
Sin embargo, al final (y con ayuda de su hermano como veremos más adelante), todo vuelve a un cauce más pacífico de entendimiento y negociación entre Superman y “Superboy”, quienes tienen una charla (“siempre es una chica”) en la que acercan posturas y, al menos por ahora, firman la paz.
Pero los problemas con hijos adolescentes no son propiedad exclusiva de Clark. Lana también tiene que enfrentarse con su hija Sarah quien, como vemos, lleva un año yendo a terapia por su intento de suicidio. Sarah está claramente enfadada con sus padres (sobre todo con su madre) y estalla en pleno entrenamiento de animadoras (Lana es, además, la entrenadora).
Como en el caso de Clark y Jordan, madre e hija tienen una interesante conversación en la que ambas se sinceran y descubrimos varios aspectos importantes de Lana. Lo que nos lleva al siguiente punto…
