La saga de Granola dibujada por Toyotaro se acerca a su recta final. ¿Será la redención de su mangaka o solo otro traspié como Moro? Veamos
Noviembre de 2020 fue un mes ingrato para el fandom de Dragon Ball. Habían pasado un año desde el exitazo que representó la cinta de Broly, y Moro, el prisionero de la Patrulla Galáctica, no se había quedado atrás. Lamentablemente, el arco con el villano más brutal que DB tuvo desde Freezer tropezaría con aquellos absurdos elementos, principalmente, la negligencia de su protagonista.
Dicho panorama contrataría con lo visto la última saga: Granola. Tal relato ha sabido mantenerse en un rango aceptable, presentando personajes interesantes, con un giro de trama impactante. A esto se suma la expansión del lore con el pasado de Bardock, y el antagonista que resultó ser la víctima (como Vegeta).
Actualmente, la obra presenta al aparente “final boss”, Gas Heata, pero lo que debería ser un instante de júbilo para los lectores de este manga se ha vuelto una preocupación constante; no es la primera vez que su actual dibujante (Toyotaro) genera altas expectativas en sus lectores, solo para defraudarlos con un guión deficiente. Por lo mismo, ¿qué debería evitar el autor si quisiera superar el papelón de Moro?
Cuidado con el final
El escritor español Javier Miró (2018) advirtió una vez del peso del desenlace en una obra; esto un final puede, tanto salvar una historia mal narrada como opacar los logros de un buen relato.
La obra dibujada por Toyotaro ejemplifica perfecto este principio, pues se caracteriza por lo anti-climático de su composición. Primero, este Goku que no aprende de sus errores y le da la semilla del ermitaño a Moro, creyendo en su promesa de rendición a cambio de la ayuda. Es sabido que Goku es ingenuo y bonachón, pero esto ya es ridículo.
Algo similar se obtiene como resultado de la resurrección de Merus, ya que obtiene dos cosas: a) agua el peso de su sacrificio, así como anula cualquier consecuencia dentro del actuar de sus personajes; b) manipula descaradamente a los lectores, forzándolos a sentir angustia para luego retractarse. Eso último es un chiste cruel.
Lo más molesto de esa broma es que Merus llegó para enmendar muchas propuestas que Toyotaro mal planteó en la saga de Black. Una de ellas es la justicia de los dioses y la corrupción de los mortales, pero más constructivista y menos sesgado que su predecesor.
Asimismo, el carisma de su personaje, y su amor por esa galaxia “repleta de emociones”, conmovió sin más a los lectores del manga, quienes depositaron su admiración en el ángel, sobretodo por su tenacidad.
Cuando activa su poder celestial, aún sabiendo que se hará polvo por eso, estremeció a sus espectadores, y esa despedida, homenajeando al discurso de Nro 16, cierra perfecto un arco digno de un héroe. Por lo mismo, si ya tenían un personaje que se valía de más que el poder bruto, que destacó por su empatía y su coraje, y se despidió en una llamarada de gloria, ¿por qué despojarlo de su honor anulando el coste de su proeza?
Sin duda, esta es una problemática que Dragon Ball hace tiempo debió superar. Una lástima, pues impide al lector tomarse en serio los sucesos de la obra. Es perdonable que Goku sea así de irresponsable (entre comillas), pero manipular emocionalmente al espectador, y luego hacer lo contrario a cambio de “impacto”, es un escupo en la cara.
Toyotaro, no hagas esto
Con la saga de Granola los acontecimientos ocurren de modo similar a Moro, al menos, antes del escándalo. Lo último visto fue a un antagonista consternado ante la farsa de los Heata, junto a un Gas aplastando al dúo saiyajin.
Lo primero que despertó la expectación ante este giro fue a un Vegeta compadeciéndose de su anterior oponente; a fin de cuentas, él también fue la marioneta de un homicida en su tiempo. El que le diera la última semilla del ermitaño refuerza la empatía del príncipe, encaminando sin fallo al llamado “enfrentamiento entre los más poderosos del universo”.
Por otra parte, Toyotaro usa un viejo recurso, también visto en Broly, que es el poder oculto de Gas, poder que lo vuelve un salvaje, e incluso ataca a sus propios hermanos. Ese detalle es bueno, apela a la gravedad de jugar con el poder de una deidad y de cómo este recurso puede salirse de control.
Esto se suma la limpia redacción que presentó el pasado de Granola y el nexo entre Gas y Bardock; y hablando de Bardock, que se compadeciera de Granola y su madre, solo porque al ver el carácter de esa mujer recordara a su esposa (Gine), brinda al personaje de una dimensionalidad más que apreciable.
Ahora, pensando en los posibles desenlaces que conllevan una confrontación de estas magnitudes, ¿cuáles serían los más congruentes para la misma? O al menos, ¿cómo podrían no recaer en errores pasados?
Primero que todo, sin negociaciones. Los Heata demostraron ser un grupo corrupto que no entenderá de acuerdos, menos respetará uno; por fortuna ya no hay semillas que puedan intercambiar por su rendición.
En segundo lugar, luego de todo lo acontecido, un detalle importante sería que el golpe final venga de Granola; Goku ya tuvo bastante protagonismo, además que resulta más apropiado que quien inició el conflicto lo termine, a menos que encomiende a los protagonistas concluir su propósito. Y hablando de propósitos, si Toyotaro se decide en matar a Granola, que lo deje así; otro Deus Ex Machina resultará inaceptable. Además, que un personaje no regrese de la muerte será ideal para reforzar el peso del actuar de sus personaje, incitándolos a evolucionar.
Por otro lado, ¿por qué es importante que se planteen estas primicias? Se sabe que Dragon Ball, como obra insignia de la “Onda Jump”, tiene como sello dichos recursos, pese a lo cuestionable de sus resultados; también se sabe que la fórmula cumple con las expectativas de su editorial cuando se trata de ventas. No obstante, esa es justo la razón por la que deben empezar a cambiar la fórmula: Dragon Ball está estancado, y todas esas buenas ideas terminan en un chasco si no se desligan de esas viejas ideas.
Por su parte, Toyotaro es de los que más trata de recrear esta “onda” en su narrativa, sin contemplar la manera en que autosabotea sus construcciones. Se entiende que el muchacho es fan empedernido de Dragon Ball, pero en momentos parece olvidar que ya no es solo un fanático, es un artista componiendo una obra, y en esas situaciones debe ser congruente con los elementos que interrelaciona. Esperemos que al final de Granola demuestre ese principio.