No la infravalores por ser una serie de animación. Star Trek: Lower Decks es mejor que sus compañeras en imagen real
Aunque no está exenta de hacer bromas sobre algunos de los antagonistas más desagradables que ofrece Star Trek, el amor que Lower Decks y su creador, Mike McMahan, tienen por la franquicia siempre se hace patente. McMahan es el tipo de fan incondicional que consulta los okudagramas y los planos de las naves estelares para garantizar la exactitud del canon. Es esa dedicación la que hace que cobren vida algunos de los guiños y cameos más recónditos que incluso los adictos a la historia podrían pasar por alto a primera vista.
Casi todos los episodios contienen una referencia a sus predecesores en la franquicia. Con un bar de mala muerte que se jacta de tener una conexión con Kirk y Spock, “An Embarrassment of Dooplers” es un tesoro de trivialidades ocultas. En sus paredes hay al menos 19 cuadros descoloridos, y todos ellos son homenajes a momentos como la nave de luz bajorana de Sisko o la Horta. “Kayshon, His Eyes Open” es otra delicia, con una nave coleccionista que contiene tonterías como el enorme esqueleto de Spock.
Son el tipo de gags destinados a deleitar, y demuestra que un poco de cachondeo ligero puede ser sano. Star Trek: Lower Decks lleva su amor en la manga, y eso eleva toda la franquicia, recordándonos por qué Star Trek es tan especial.
