Reseña de Marvel Omnibus. Conan el Bárbaro: La Etapa Marvel Original 7

AKA Jim Owsley

Christopher Priest (nada que ver con el novelista británico), conocido hasta mediados de la década de los años 90 por su nombre real, Jim Owsley, es famoso principalmente por su trabajo en el mundo del cómic relacionado con la comunidad afroamericana. Fue uno de los fundadores de Milestone Comics, el sello editorial centrado en crear historias con personajes pertenecientes a minorías raciales como protagonistas, y probablemente el guionista con el que más se asocia al personaje de Black Panther.

Pero antes de todo eso, cuando aún no había cambiado su nombre como guiño a sus inclinaciones religiosas y no había guionizado aún historias de Spiderman, Green Lantern, Wonder Woman o Deadpool, Owsley se pusó al frente de la serie de Conan, allá por 1985. Es decir, un total desconocido cogió el timón del cómic que, gracias a la adaptación cinematográfica protagonizada por un enorme Arnold Schwarzenegger tan solo un par de años antes, gozaba de gran popularidad entre el público. Teniendo en cuenta que estuvo en el puesto durante más de cuarenta números de forma casi ininterrumpida (faltó en el #186), no le debió ir muy mal…

Si algo llama la atención de la etapa de Owsley al cargo de Conan es, a pesar de su juventud, su inexperiencia y su probable temor al fracaso, el propósito de desarrollar una trama a largo plazo relatada de forma procedimental, edificando poco a poco en cada número lo que sería un sólido entorno social para nuestro héroe. Así es como pronto vimos a Conan rodeado de un grupo nuevos personajes como Tetra, Delmurio, Keiv, Shapur, Anekka, Simeón, Kaleb o Jahli, acompañantes que acabarían teniendo sus propios arcos de desarrollo. Y, por supuesto, lo divertidas que son sus historias, mucho más que las vividas por Conan en las últimas decenas de números.

Imhotep y el Devorador de Almas

En este tomo vamos a tener principalmente a dos grandes villanos que marcarán cada uno una parte bien diferenciada del tomo. El primero sería Imhotep, aquel al que la diablesa Pathir robó de su nido para ser arrojado al mundo de los hombres, un vampiro estéticamente maravilloso que luce magnífico cuando cabalga a su caballo alado de color rojo sangre, a juego con su capa.

El segundo es uno que se quedó más intrincado en el imaginario colectivo. Wrarrl, el Devorador de Almas es, de nuevo, un personaje visualmente impactante, con ese casco ornamentado que parece sacado el armario más loco de Magneto y esa afición por comer lombrices gordas. Este demonio no es una creación de Owsley (había aparecido poco antes en La Espada Salvaje de Conan), pero es en sus manos cuando más brilla.

Adiós a John Buscema

En el apartado gráfico tendremos aquí principalmente al famoso John Buscema, que se despedirá de Conan en este tomo y no realizando su mejor trabajo (quizás esta fuera la razón de su abandono). El legendario dibujante es sustituido por un refrescante Val Semeiks, con un estilo bastante rompedor por aquella época que suponía todo un contrapunto a Buscema y que tal vez casaba más con lo que Jim Owsley contaba.