Reseña de Echolands 1

J.H. Williams III, W. Haden Blackman y Dave Stewart nos traen a través de Panini Comics el primer volumen de Echolands, una original obra que pone a prueba los límites de la narrativa gráfica

De vez en cuando llegan a nuestra tienda de cómics obras que, por diferentes motivos, se llevan la atención del público en lo que a su formato se refiere. Puede ser por tratarse de un tomo excepcionalmente grande, por tener una maquetación que se sale de lo normal, por utilizar elementos extraños en la cubierta o, como es el caso que nos ocupa, porque su disposición apaisada y su llamativa portada invitan a echar un ojo a su interior, y ahí es donde te atrapan. Panini Comics nos trae el primer volumen de Echolands, un cómic que no dejará a nadie indiferente.

Experimentando con la narrativa

¿Qué se puede decir de lo maravilloso que resulta siempre el trabajo de J.H. Williams III? Fue probablemente en su etapa en Batwoman donde se dio a conocer más para el gran público, pero para comprender lo que trata de hacer en esta ocasión habría que tener en mente trabajos como Promethea, junto a Alan Moore, y Sandman: Overtura, junto a Neil Gaiman. Casi nada.

En ellas se puede apreciar la labor de un artista que huye de convencionalismos y se esfuerza por imponer su propia voz, por forzar los límites de lo que el medio permite hacer y por mostrarle al lector algo que tal vez nunca haya visto. Williams no es precisamente lo que se dice un narrador tradicional, pero es que además a su peculiar forma de contar historias hay que sumarle su increíble capacidad para dibujar en un amplio rango de estilos, desde lo más preciosista y detallado hasta algo mucho más rudo y tosco.

En esta ocasión la comparativa que tal vez le haga mayor justicia a este cómic habría que buscarla en otro medio, y es que puede resultar inevitable pensar en el cine de Tarsem Singh y en su particular estética. Pero de eso también tiene buena parte de culpa el monstruo del color que es el infalible Dave Stewart, quien consigue que con su aportación tengamos entre manos una obra visualmente apabullante.

Formato panorámico

Quizás el apartado más peculiar de esta obra es su composición de páginas, ya que con la excepción de la primera y la última cada número está compuesto única y exclusivamente de dobles splash pages, algo que si tenemos en cuenta la edición apaisada en la que se ha publicado da como resultado una relación que da para reírse de Quentin Tarantino y su precioso cine panorámico en 70mm.

Si bien es cierto que en muchas ocasiones nos encontramos divisiones más o menos claras en viñetas, Williams se asegura siempre de confirmar su compromiso con este formato y aprovechar al máximo las posibilidades que este le da para trabajar de una forma que pocas veces se puede ver en un cómic. Un auténtico tour de force para el autor múltiples veces ganador del Eisner.

Este virtuoso de los lápices se deleita a la hora de jugar con la narrativa para guiar los ojos del lector a través de sus apabullantes diseños página tras página, convirtiendo de alguna manera esta experiencia secuencial en algo tremendamente impactante y único. Y no porque él sea el primero que lo hace, sino porque gracias a sus capacidades poca gente iba a ser capaz de hacerlo así.

La ficción desmedida como realidad

La historia ocupa en este cómic un segundo plano, pero no es ni mucho menos algo que los autores se hayan tomado como un mero tramite ni como una excusa para que Williams se desate. Nos situamos en una realidad futura con tintes distópicos en la que todo tiene cabida, desde los personajes de cuentos de hadas hasta monstruos clásicos del cine de terror pasando por todo lo que encontramos en el medio y más allá, el marco perfecto para una historia que busca impactar al lector.

Comenzamos in media res con Hope Redhood (una especie de Caperucita Roja con esteroides) en una secuencia de acción en la que vemos una huida por callejones mugrientos en la que se tendrá que enfrentar a no pocos enemigos. Y todo por el cristal que le ha robado al mago Teros Dermond. El conflicto y el motor de la trama ya está servidos.

El contexto de la historia, los personajes que irán apareciendo y el entorno de nuestra protagonista son aspectos de la obra en los que los autores no perderán tiempo tratando de explicar, sino que iremos conociéndolos a medida que la vertiginosa trama se sucede. Y no es algo fácil de hacer con una historia como esta, que no da ni un respiro al lector y que se desarrolla a toda velocidad, en esa huida en la que se irán cruzando en el camino de Hope todo tipo de elementos a cada cuál más loco, impresionante y evocador que el anterior. Esperar lo inesperado sería el auténtico concepto de esta historia.

Si quisiéramos buscarle alguna pega a este tomo, sin duda sería el tamaño de la edición. Puede que sea ponerse muy sibaritas, pero a alguno se le puede hacer la boca agua recordando esa edición gigantesca del 300 de Frank Miller que aún ronda por ahí, publicada por Norma Editorial, y pensando en cómo luciría esta obra a ese tamaño de página…

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