En un nuevo tomo de la línea Marvel Gold de Iron Man, el cuarto publicado por Panini Comics, descubrimos lo mejor de la etapa de Don Heck al cargo de la serie
No cabe duda de que hoy en día Iron Man es uno de los principales baluartes de Marvel Comics, pero cuando su fama apenas traspasaba la barrera de los lectores de La Casa de las Ideas (antes del UCM) ostentaba el honor de ser uno de esos personajes que habían estado ahí desde el principio, cosechando suficiente éxito como para llegar hasta nuestros días sin periodos de tiempo desaparecido. Entre los muchos autores que dejaron huella en los primeros años del personaje cabría destacar entre otros a Don Heck, principal protagonista del cuarto tomo (la primera mitad es casi por entero suya) de la línea Marvel Gold dedicado al personaje, publicado ahora por Panini Comics.

Una etapa sin rumbo claro
Hay etapas que envejecen bien y otras que simplemente envejecen. Este cuarto tomo Marvel Gold de Iron Man, que recopila buena parte de las aventuras del Vengador Dorado entre 1970 y 1972 es un cóctel de ambas cosas. Por una parte es un reflejo algo torpe, aunque a ratos entrañable, de una editorial que se encontraba en plena transición y que aún no sabía muy bien si quería contar historias para chavales o meterse en fregados más adultos y políticos.
Lo primero que hay que saber al abrir este tocho es que aquí no vas a encontrar una saga maestra ni un arco cohesionado. No. Esto es un desfile de autores y dibujantes con suerte desigual. Algunos lo dan todo y otros simplemente están ahí. Y en medio de todo esto, Tony Stark va capeando el temporal como puede, enredado en conspiraciones industriales, dictadores de opereta, alienígenas reciclados de la ciencia ficción pulp, romances de folletín y un montón de secundarios que entran y salen como si la serie fuera una puerta giratoria.

El Vengador irregular
Empezamos con una tanda de historias autoconclusivas que parecen sacadas del fondo de un cajón. Algunas son reguleras y otras directamente olvidables. Hay una con el Controlador que se deja leer, pero otras como la de la Dimensión Oscura o la de la Espada Solar parecen escritas con prisa y sin ganas. Lo curioso es que de vez en cuando se cuela alguna idea que con mejor ejecución habría funcionado mucho mejor. Eso pasa, por ejemplo, con la presentación de Tizón, un villano con un discurso antisistema que suena a panfleto de instituto, pero que al menos intenta salirse de lo habitual.
En la parte de guion empezamos con Archie Goodwin (desde luego no en su mejor versión, nada que ver con sus trabajos por ejemplo en Creepy) hasta que se despide y le toma el relevo un desfile de escritores con distinta fortuna. Mimi Gold firma una historieta blanda y algo cursi sobre una sociedad gobernada por una máquina, y luego entra Allyn Brodsky, que parece querer hacer muchas cosas a la vez pero se queda corto en todas. Lo intenta con kaijus, robots, protestas callejeras y villanos que odian el progreso pero las historias, aunque con ideas curiosas, no terminan de cuajar. A veces parece que Iron Man se ha metido en una antología de ciencia ficción de los años 50 (no de las mejores precisamente) sin saber cómo ha llegado ahí.
Pero no todo es errático. En medio del caos aparece Kevin O’Brien, un ingeniero impulsivo que poco a poco va ganando protagonismo y cuya evolución dará lugar a una de las mejores sagas del tomo, la del Guardián. Pero antes de llegar ahí hay que pasar por una fase de transición donde Gerry Conway toma las riendas y se monta una trama enrevesada con espías, organizaciones secretas, villanos clásicos y un cruce con Daredevil que parece más un apaño editorial que algo planificado. El problema aquí no es la ambición, sino la saturación. Hay tantos personajes y tantas subtramas que el lector acaba por perderse. Además, hay un exceso de giros argumentales que no llevan a ninguna parte donde de pronto todo lo anterior deja de importar porque aparece un nuevo grupo más misterioso y más peligroso, y vuelta a empezar.
Por suerte, tras ese lío viene la mencionada saga del Guardián, que sí está bien construida. Aquí el drama personal de Tony se mezcla con traiciones, celos, locura y un ambiente de tensión creciente. Kevin, ese secundario que parecía de paso, acaba transformado en una figura trágica y compleja. La cosa se pone seria y la historia avanza con garra. Marianne Rodgers, el nuevo interés romántico de Stark, también cobra relevancia, y no solo como adorno, sino con su propio conflicto, ya que tiene unos extraños poderes mentales y no sabe muy bien qué hacer con ellos.
Toda esta parte tiene un tono mucho más oscuro y maduro, y por fin parece que la colección encuentra un rumbo. Incluso cuando el guionista cambia a mitad de arco (Conway cede el sitio a Robert Kanigher y luego a Gary Friedrich) la historia sigue funcionando porque parece que hay una idea clara detrás, y eso siempre ayuda.
Eso sí, cuando termina esta etapa sólida, el tomo vuelve a las andadas. Las últimas historias acaban siendo notablemente aburridas, hasta el punto de suponer un reto para el lector que quiere llegar a su final. Vuelve el relleno, con alienígenas poco inspirados, villanos ridículos y tramas que no van a ninguna parte. Hay incluso un número que parece un culebrón barato, con Tony y Marianne peleando como si fueran adolescentes celosos. Y cuando parece que la cosa no puede ir a peor, aparece la Princesa Pitón secuestrando a Tony y pidiendo rescate como si esto fuera un capítulo de Scooby-Doo.

Heck y Tuska
En el dibujo Don Heck regresa tras una ausencia de la serie y se queda durante un tiempo para dar lo mejor de sí mismo, siendo el principal dibujante de la primera mitad del tomo y convirtiéndose en lo más valorable de este. Luego entra George Tuska y tomará el relevo. Tuska tiene sus cosas: es un artista dinámico y narrativamente solvente, pero su estilo no siempre encaja bien con el tono de las historias. También pasa por aquí Barry Windsor-Smith en un número especial que reimagina el origen del personaje con su característico trazo detallado y elegante, todo un soplo de aire fresco.
En definitiva, este tomo es una montaña rusa de calidad. Hay números que dan vergüenza ajena y otros que sorprenden por su carga emocional y su enfoque más adulto. Si uno se lo toma como una muestra del cómic superheroico de transición, cuando en Marvel Comics aún se buscaba una voz definitiva en los años 70, el tomo tiene su gracia. Y para el lector completista es un pedazo importante en la evolución de Iron Man como personaje. Pero para el que espere una lectura coherente, con grandes sagas épicas, quizás este no sea el mejor tomo para leer. Aquí hay que venir con el chip adecuado y disfrutar de lo bueno, reírse un poco de lo malo, y valorar cómo, entre ideas fallidas y villanos de tercera, empezó a fraguarse la personalidad de uno de los Vengadores más emblemáticos.
¿Es este el mejor Iron Man clásico? Ni de broma. ¿Tiene momentos que justifican la lectura? Desde luego. El tomo publicado por Panini Comics en tapa dura contiene 616 páginas a color con un tamaño de 17 x 26 cm. e incluye la traducción de los números del #26 al #53 de The Invincible Iron Man y el #73 de Daredevil. El precio de venta recomendado es de 55 € y se puso a la venta en junio de 2025.

Marvel Gold. Iron Man 4
Don Heck, uno de los artistas fundamentales de Iron Man, regresa para una nueva dosis de acción. ¡Y de qué manera! Comenzamos con un viaje a la Dimensión Oscura cortesía del Coleccionista, seguido por Firebrand, un villano con la carga política inconfundible de los años setenta y un enfrentamiento con El Controlador que presenta el debut de Howard Stark, el padre de Tony. Una revolución en Latinoamérica, monstruos gigantes y visitantes mecánicos del espacio exterior acompañan en este volumen, donde también tiene lugar un cruce con Daredevil y redescubrimos el origen del Hombre de Hierro a través de Roy Thomas y Barry Smith, entre otros puntos de interés.
Autores: Roy Thomas, Mike Friedrich, Gerry Conway, Barry Windsor-Smith, Allyn Brodsky, Archie Goodwin, Don Heck, Gary Friedrich, Gene Colan, George Tuska, Mimi Gold, Jim Mooney y Robert Kanigher



