¿Estaba Ares, el dios griego de la guerra, preparado para el mayor reto de su existencia?
(Dark Avengers #9 USA. Guion de Brian Michael Bendis / Dibujo de Mike Deodato)
Como ya hablamos anteriormente del punto de vista sobre la maternidad de Brian Michael Bendis, hoy nos ocuparemos de analizar otro maravilloso tebeo escrito por el guionista de Cleveland centrado en este caso, en la paternidad (realmente: un tipo concreto de paternidad). Representada aquí por Ares, dios griego de la guerra, en su encarnación marvelita.
En el momento en que sucede el tebeo, nos encontramos con Ares perteneciendo al grupo de Vengadores (o Vengadores Oscuros) de Norman Osborn y, lo que podría parecer a muchos una licencia creativa de Bendis, al que suelen achacársele equívocamente incongruencias internas a la hora de escribir personajes, en absoluto se daba aquí ya que el dios griego se unía al que antaño fuera el Duende Verde al ganar (de manera cuestionable) este último la guerra de la humanidad contra los Skrulls narrada en el evento Invasión Secreta.
Por tanto al ser Ares el señor de los conflictos personificado se uniría sin pensarlo al tipo que entendió que iba a librar las batallas que a su parecer debían ser libradas.
Por otra parte y a sus espaldas , su joven hijo Alex / Fobos, Dios del Miedo se unía a su vez a Nick Furia y su grupo de operaciones encubiertas conocido como los Guerreros Secretos. Todo ocurriendo en el contexto del Universo Marvel de la época conocido como Reinado Oscuro.
Dentro de ese contexto y con ambos personajes situados llegamos al inicio de una historia que aunque tiene subtramas relacionadas con otros personajes, las omitiremos aquí en favor de la que estamos analizando.
Un día como cualquier otro empieza y somos testigos de cómo un serio y angustiado Ares observa a su hijo Alex, lo que más quiere en este mundo, durmiendo. Hasta que decide despertarle para ir a clase de una manera brusca y desconsiderada.
Al poco, durante el desayuno, ambos se encuentran viendo las noticias. En el informativo matinal se relata el reciente enfrentamiento entre los Vengadores de Osborn y la Patrulla-X. Alex comenta a Ares que le ha visto por televisión participando en el combate y este, desagradablemente le contesta que además de participar, vencieron a los mutantes. Dejando a su hijo sin palabras pero al mismo tiempo, instándole con ira a sostener un debate de “hombre a hombre”.
«¡CuANDO LAS GENERACIONES CHOCAN!»
Evidentemente, el debate no llega a ninguna parte. Ares pierde los papeles por no entender a su hijo y en lugar de resolver la situación, decide marcharse de un portazo para sorpresa de nadie y tristeza de Fobos.
Es entonces cuando Alex echa un ojo por la ventana del piso a la espera de perder de vista a su padre y esperar la llamada de Daisy Jones / Temblor para marcharse con ella en moto y reunirse con el resto de Guerreros Secretos.
Pero no cuentan con un pequeño detalle “sin importancia”: Ares les ha estado espiando sentado en su propia motocicleta y empieza a seguirles a una distancia prudencial para averiguar qué ocurre y a dónde se dirigen.
Después del trayecto y tras llegar los primeros al escondite secreto (una barbería) en que les esperan Nick Furia y sus compañeros, el grupo al completo se percata a través de las cámaras de vigilancia que Ares les ha descubierto y que posiblemente, están en grave peligro ¿o no?
Pues no, Nick Furia decide controlar la situación y esperar a que el dios guerrero se explique. Primero dejando que nadie intervenga cuando Ares pregunta a su hijo por qué decide dedicar el tiempo a luchar junto al resto de los Guerreros Secretos. Luego y en privado, siendo el mismo Furia el que decide entablar una conversación de “hombre a hombre” (o dios) con él.
Ares pregunta a Nick por qué eligió a Alex para su equipo y este les explica los motivos para ello, el potencial que tiene el chico y lo virtuoso que es. Ares sabe perfectamente de lo que habla y queda sobrecogido por no haberlo podido expresar jamás.
Mostrándose realmente vulnerable y confesando que no tiene ni idea de cómo ser buen padre, cómo hablar con su hijo y cómo evitar ser tan horrible en ello como lo fue el suyo con él. Porque realmente quiere ser el mejor padre posible pero, su propia manera de ser, le impide encontrar el camino.
«INCLUSO LAS DIVINIDADES FLAQUEAN»
Nick Furia termina diciéndole que no podría darle un consejo al respecto pero atendiendo a lo sucedido, Ares aprueba el camino que su hijo ha decidido recorrer.
Luego se marcha del lugar no sin antes amenazar a Furia (a modo de chascarrillo) que, murmurando cuando el dios se ha marchado, lanza una advertencia (profética) al aire que nadie se presta a escuchar y finalmente, tanto él como los Guerreros Secretos, se marchan en busca de un nuevo escondite desde el que operar.
Cuando mencionábamos al principio del artículo el tratamiento del tipo de paternidad concreta que se daba en este cómic, nos referíamos a la representación completamente acertada de un estereotipo masculino perpetuado sobretodo en la segunda mitad del siglo XX y que, casi probablemente, se fraguase en un mundo arrasado por Guerras Mundiales y aledañas.
Este arquetipo es el del hombre que vive por y para el trabajo, del que suele ser habitualmente un profesional más que competente pero que, precisamente por ello y la estructura horaria que conforman los días de su vida, es incapaz de equilibrar sus relaciones afectivas y expresar correctamente sus sentimientos ya que ello repercute en mostrar una inexistente debilidad relacionada más con miedos derivados de las desdichas que con la masculinidad o su ausencia.
El gran acierto de Bendis, es haber mostrado a Ares como la viva imagen de esos rasgos masculinos aprehendidos durante años por muchas personas y haberlos confrontado al incómodo espejo que demuestra su futilidad objetiva.
Dejando claro, además, que si queremos adaptarnos al presente y ser mejores padres por y para las futuras generaciones, debemos aceptar que somos falibles mientras nos comprometemos a entender que todo es siempre cambiante.
A no ejercer un rol establecido desde fuera. Y ser quienes seamos en realidad.