A veces, traer de vuelta un clásico no es tan buena idea… y Disney lo ha demostrado una y otra vez, pese a la división de los fans
Los remakes live-action de Disney que nadie pidió
Cruella (2021) abrió la veda con Emma Stone dándolo todo. Pero seamos realistas: ¿quién quería humanizar a una villana que quería hacer abrigos de dálmatas? Convertirla en una rebelde de la moda incomprendida no solo le quitó toda la mala leche que la caracterizaba, sino que también dejó a muchos preguntándose si Disney había olvidado de qué iba su personaje.
En La Dama y el Vagabundo (2019), Disney intentó enamorarnos otra vez con la cena del espagueti… pero el resultado fue unos perros reales con CGI forzadísimo que quitaba toda la magia. Por muy adorable que fuera la historia, esta vez no bastaba con apelar a la nostalgia.
Dumbo (2019) prometía ser especial, sobre todo bajo la dirección de Tim Burton. Pero no tardamos en ver que el sello Burton apenas se notaba y que, en vez de emocionar, la película parecía más un trámite que una obra con alma. Ni Colin Farrell ni Michael Keaton lograron salvar este vuelo en picado.
Clásicos atemporales, corrompidos por su nueva versión
Mulan (2020) es otro ejemplo de oportunidad perdida. La idea de hacer una película más seria sonaba bien, pero cuando le quitas la esencia de superación personal y le das superpoderes mágicos al personaje… algo no cuadra. Lo que debía ser una oda al esfuerzo terminó siendo otra historia de elegidos.
Malefica (2014) nos vendió una Angelina Jolie impresionante, sí, pero humanizar a la villana por excelencia de Disney no fue el movimiento más acertado. Y si la primera parte ya dejaba algunas dudas, Malefica: Maestra del mal terminó de enredarlo todo sin necesidad.
¿Por qué estos remakes no convencen?
Quizá uno de los casos más dolorosos fue Alicia a través del espejo (2016). Sin Tim Burton al mando, la secuela de Alicia en el País de las maravillas se sintió como una obra escolar con presupuesto millonario. Ni el talento de Mia Wasikowska ni el de Johnny Depp pudieron levantarla.
El Pinocchio (2022) de Robert Zemeckis fue otra bofetada para los nostálgicos. ¿El gran problema? Un CGI frío, actuaciones forzadas y una falta total de alma. Más sangrante fue el contraste con el Pinocchio de Guillermo del Toro, estrenado el mismo año y celebrado por su corazón y profundidad.