El cambio en el comportamiento de los infectados marca una diferencia clave respecto a las dos primeras películas. En 28 días después, los infectados eran una fuerza incontrolable que lo arrasaba todo en segundos. En 28 semanas después, la amenaza crecía en escala, pero seguía basándose en esa furia desatada. Ahora, con 28 años después, nos enfrentamos a un tipo de horror más complejo: enemigos que pueden esperar, calcular y sorprender.
Al contrario que otras sagas del género como The Walking Dead o The Last of Us, donde los humanos parecen tener siempre ventaja al cabo de los años, aquí la supervivencia no garantiza control. De hecho, lo que muestra 28 años después es que cuanto más tiempo conviven los humanos con el virus… más vulnerables se vuelven.
Y eso tiene un impacto directo en el espectador. No es solo un zombi que te grita en la cara: es uno que te observa en silencio desde las sombras. Uno que sabe cuándo atacar. Y eso, amigos y amigas, es infinitamente más perturbador.
La espera de 23 años desde la primera película no ha sido en vano. Todo indica que esta secuela no solo hará justicia al legado de la saga, sino que convertirá a los nuevos infectados en figuras icónicas del cine de terror moderno. Y si pensabas que ya habías visto todo con los zombis… prepárate para correr otra vez.