A pesar de no gozar de la fama de El viaje de Chihiro o Mi vecino Totoro, Porco Rosso es una de las películas más personales de Miyazaki. Ambientada en el Adriático de entreguerras, narra la historia de Marco Rossolini, un piloto italiano maldito con la apariencia de un cerdo, que combate piratas aéreos y huye de su propio pasado.
El tono del filme combina humor, aventura y una melancolía que se filtra por cada plano. Es una historia sobre redención, amor no correspondido y las heridas que deja la guerra. Una mezcla que, aunque menos accesible que otros títulos del estudio, gana profundidad con cada visionado.
El detalle del vaso con la forma del personaje no solo es adorable, sino que añade una capa de homenaje artesanal al producto. Además, el envase emula fielmente el diseño del que aparece en la película, con ese aire vintage y nostálgico que tanto caracteriza a la obra de Ghibli.
Además, el propio Miyazaki ha declarado que Porco Rosso nació de su pasión por la aviación clásica y su interés en retratar un mundo donde lo romántico convive con lo decadente. Es una carta de amor al vuelo, al Mediterráneo y a una Europa que ya no existe. Este set de sake, entonces, se convierte en un homenaje no solo a la película, sino a todo ese espíritu.
Mientras tanto, Porco Rosso sigue disponible en plataformas como Netflix y Max, lo que permite redescubrir una película que cada año gana más adeptos. La reciente inclusión del título en el Ghibli Fest de 2023 en EE.UU., junto a clásicos como La princesa Mononoke o El castillo ambulante, demuestra que su estatus de “infravalorada” está comenzando a cambiar.
La historia de Porco y su combate contra el arrogante piloto estadounidense Donald Curtis, el ingenio de la joven Fio y la elegancia silenciosa de Gina siguen emocionando a quienes buscan algo más que simple entretenimiento. Porque, como decía el cartel original de la película, “Hay cerdos que nunca vuelan… Porco sí”.