Cuando debutó en 1983, DC le dio un origen calcado al de Dick Grayson: un niño acróbata huérfano tras un accidente trágico en el circo. Una copia sin alma. No fue hasta después de Crisis en Tierras Infinitas que su historia se reescribió, presentándolo como un chico de la calle, con una vida marcada por la delincuencia, el abandono y la necesidad de sobrevivir a toda costa.
Esta versión post-Crisis es la que Lemire y Nguyen abrazan y expanden. En Robin and Batman: Jason Todd, el foco está en su lucha interna, en cómo Bruce ve potencial donde otros solo ven peligro. Y sobre todo, en si realmente se puede salvar a alguien que no quiere ser salvado.
El propio Lemire comentó en una entrevista que “Jason no es un héroe clásico. Es una bomba de relojería, y esta historia trata sobre si Batman puede o no evitar que explote”. Esta frase resume a la perfección el espíritu de la miniserie: una tragedia a punto de ocurrir, narrada con delicadeza y humanidad.
Nguyen, por su parte, le imprime a la obra un tono casi melancólico. Sus ilustraciones tienen una textura onírica, lo que encaja muy bien con el enfoque más introspectivo del guion. No veremos solo peleas con villanos ni persecuciones en los tejados, sino silencios, miradas y heridas emocionales.
Y segundo, porque nunca ha tenido una miniserie enfocada 100% en su transición como Robin, ese periodo entre ser un niño callejero y convertirse en una figura clave del universo Batman. Otros personajes como Damian Wayne o incluso Tim Drake han tenido más espacio para crecer. Era hora de saldar esa deuda con Jason.