Casi todos los Dioses Antiguos fueron aniquilados. Solo unos pocos, como Kemur, Nrgl, Mejed y el misterioso Utgard-Loki, lograron sobrevivir, escondidos en un rincón oscuro de la existencia creado por ese último, una entidad tan peligrosa que ni siquiera se puede nombrar sin consecuencias.
Aunque Kemur es el antagonista central de este número, no es el único peligro al que Thor debe prestar atención. Nrgl y Mejed, también miembros del panteón Utgardiano, poseen un poder que rivaliza con cualquier dios conocido. Y, por si eso no fuera suficientemente aterrador, está Utgard-Loki, una figura cósmica capaz de romper la cuarta pared y manipular realidades como quien cambia de canal en la tele.
“Immortal Thor” lleva tiempo demostrando que Al Ewing está llevando al personaje a nuevas alturas mitológicas, con una narrativa que mezcla acción divina con reflexión existencial. Este número no solo ofrece combates épicos y criaturas de pesadilla, sino que profundiza en el miedo real de Thor: saberse pequeño ante fuerzas que escapan a su entendimiento.
La serie está consiguiendo lo que pocos títulos de superhéroes logran: convertir al protagonista en alguien vulnerable sin quitarle un ápice de grandeza. En lugar de simplificar los conflictos, los eleva a un plano casi poético.