Así era el Scooby-Doo prohibido de James Gunn que incluía drogas, demonios y un beso entre Daphne y Velma

James Gunn
Panini

Antes de conquistar DC, James Gunn quiso revolucionar Mystery Inc. con una comedia R muy bestia

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A principios de los 2000, los cines se llenaron de fart jokes, monstruos de goma y nostalgia noventera gracias a Scooby-Doo y su secuela Monsters Unleashed. Aunque no fueron precisamente obras maestras del séptimo arte, se ganaron un hueco en el corazón de toda una generación. Pero lo que pocos saben es que la versión original del guion de James Gunn estaba más cerca del terror gamberro que del cine infantil. El creador de The Suicide Squad y actual mandamás de DC Studios escribió una primera versión de Scooby-Doo tan salvaje, que el estudio entró en pánico.

La versión R de Scooby-Doo que Warner Bros. censuró

Según reveló el propio Gunn en 2017, la película fue concebida como una sátira para adolescentes y adultos, cargada de humor negro, referencias sexuales y una vuelta de tuerca al universo de Hanna-Barbera. De hecho, el primer montaje era tan explícito que recibió una calificación R en Estados Unidos. ¿Qué incluía ese montaje que nunca vimos? Pues, entre otras cosas, un romance entre Daphne y Velma, a Shaggy totalmente empapado en su rollo fumeta, y monstruos mucho más terroríficos que los que acabaron llegando a pantalla.

En palabras del propio Gunn: “Había escrito una versión más atrevida, dirigida a un público más adulto, pero el estudio la convirtió en una peli para críos”. Y lo que eliminaron no fue poco: bromas subidas de tono, lenguaje fuerte, situaciones sexuales e incluso el escote de las protagonistas, que fue tapado digitalmente. Eso sí, el humor escatológico a base de pedos sobrevivió al tijeretazo. Clásico.

Entre los momentos más sonados del guion censurado estaba una relación con tensión romántica entre Velma (Linda Cardellini) y Daphne (Sarah Michelle Gellar), que dejaba atrás la clásica dinámica del grupo. Además, Fred (Freddie Prinze Jr.) y Daphne no eran pareja formal, sino algo más casual. Y cómo no, Shaggy (Matthew Lillard) era mucho más que un amante de los bocadillos gigantes: el guion de Gunn hacía explícitas las referencias al consumo de marihuana que siempre han flotado en torno al personaje.

Pero no solo el tono era más adulto. También el apartado visual prometía una atmósfera más oscura, con monstruos de estética casi demoníaca. Según declaraciones del director Raja Gosnell, en uno de los primeros test screenings en Arizona, los monstruos tenían un diseño tan terrorífico que provocaron el rechazo de parte del público. El propio Gunn, con su pasado en el cine de horror (Slither, Brightburn), parecía decidido a fusionar sustos y carcajadas en algo más cercano a Shaun of the Dead que a Spy Kids.

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Conservadores al ataque y un cambio de guion forzado

Todo se vino abajo con un pase de prueba en Sacramento. Tres padres escandalizados bastaron para que Warner Bros. impusiera un cambio de rumbo radical. Fuera drogas, fuera romance lésbico, fuera cualquier rastro de sátira para adultos. La película fue reeditada para conseguir una calificación PG, y el resultado fue lo que todos vimos en 2002: una comedia ligera, de estética colorida y guion simplificado. Freddie Prinze Jr. confesó años después que la situación fue un jarro de agua fría. “Cuando llegamos a Australia para rodar, nos dieron un nuevo guion directamente en el estudio, sin pasar siquiera por nuestras residencias. Aquello era prácticamente una peli G”.

¿Y qué habría pasado si Warner hubiera confiado en Gunn? Hoy lo sabemos: probablemente habríamos tenido una comedia de culto. Al estilo de 21 Jump Street o incluso Deadpool, el Scooby-Doo de James Gunn habría sido una rareza audaz que habría envejecido mucho mejor que los chistes infantiles que terminaron en pantalla. Además, con el auge de las versiones oscuras de franquicias infantiles —desde Transformers a Andor— parece claro que Gunn se adelantó a su tiempo.

El legado de una película que pudo ser y no fue

Aunque nunca veremos esa versión completa, el fandom sigue mostrando cariño por lo que sí llegó a cines. Freddie Prinze Jr. pasó de odiar su experiencia a abrazarla, reconociendo el impacto emocional que la película tuvo en millones de fans. “El amor que vuestra generación le tiene a esta peli cambió por completo mi percepción”, confesó en una entrevista con Collider. Un caso muy similar al de Hayden Christensen con Star Wars: la crítica la machacó, pero los fans crecieron y la reivindicaron.

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Y hablando de redenciones, James Gunn ha terminado saliéndose con la suya. Hoy dirige el rumbo del universo DC con total libertad creativa, algo que en 2002 le fue negado por la propia Warner. Su carrera ha demostrado que sabe equilibrar como nadie el humor, el horror y el corazón. Quién sabe, tal vez algún día nos sorprenda con un reboot adulto de Scooby-Doo, porque si alguien puede hacerlo… es él.

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