En palabras del propio Gunn: “Había escrito una versión más atrevida, dirigida a un público más adulto, pero el estudio la convirtió en una peli para críos”. Y lo que eliminaron no fue poco: bromas subidas de tono, lenguaje fuerte, situaciones sexuales e incluso el escote de las protagonistas, que fue tapado digitalmente. Eso sí, el humor escatológico a base de pedos sobrevivió al tijeretazo. Clásico.
Entre los momentos más sonados del guion censurado estaba una relación con tensión romántica entre Velma (Linda Cardellini) y Daphne (Sarah Michelle Gellar), que dejaba atrás la clásica dinámica del grupo. Además, Fred (Freddie Prinze Jr.) y Daphne no eran pareja formal, sino algo más casual. Y cómo no, Shaggy (Matthew Lillard) era mucho más que un amante de los bocadillos gigantes: el guion de Gunn hacía explícitas las referencias al consumo de marihuana que siempre han flotado en torno al personaje.
¿Y qué habría pasado si Warner hubiera confiado en Gunn? Hoy lo sabemos: probablemente habríamos tenido una comedia de culto. Al estilo de 21 Jump Street o incluso Deadpool, el Scooby-Doo de James Gunn habría sido una rareza audaz que habría envejecido mucho mejor que los chistes infantiles que terminaron en pantalla. Además, con el auge de las versiones oscuras de franquicias infantiles —desde Transformers a Andor— parece claro que Gunn se adelantó a su tiempo.
Y hablando de redenciones, James Gunn ha terminado saliéndose con la suya. Hoy dirige el rumbo del universo DC con total libertad creativa, algo que en 2002 le fue negado por la propia Warner. Su carrera ha demostrado que sabe equilibrar como nadie el humor, el horror y el corazón. Quién sabe, tal vez algún día nos sorprenda con un reboot adulto de Scooby-Doo, porque si alguien puede hacerlo… es él.