American Paranoia. La casa negra publicada por La Cúpula es un interesante relato policial con la ciudad de San Francisco de escenario en el impactante intervalo entre los años sesenta y setenta del siglo XX
American Paranoia. La casa negra está guionizada por el francés Hervé Bourhis y dibujada por el argentino Lucas Varela, siendo el primer volumen por Ediciones La Cúpula de una serie que en su edición original cuenta con tres volúmenes publicados.
En esta ocasión la investigación policial llevará al lector a la Costa Oeste de los Estados Unidos, a un San Francisco en ebullición de las nuevas corrientes culturales
Estados Unidos y San Francisco a finales de los sesenta
La obra está ambientada en 1967, el mismo año en que se publicó la canción San Francisco (Be Sure to Wear Flowers in Your Hair) interpretada por Scott Mckenzie para promocionar el festival musical internacional Monterey Pop, en la homónima ciudad californiana cercana a San Francisco.
A finales de la década de los sesenta había en los EE. UU. una lucha cultural y social en contra del devenir de la Guerra Fría y las dos grandes superpotencias, donde dos Estados gobernaban sobre los demás que parecían meras marionetas. Esta nueva juventud, que no había vivido la II Guerra Mundial, fue contestataria contra este nuevo orden mundial, en que una pequeña afrenta podía hacer exterminar la vida sobre la tierra por decisión de una de las grandes potencias.
En los EE. UU. la contracorriente para combatir al sistema fue sobre todo cultural, siendo San Francisco el centro de esa contracultura estadounidense, basada en un estilo de vida alternativo, con una mayor libertad personal, viviéndola en armonía colectiva. Además surgieron numerosas protestas y críticas a la intervención norteamericana en Vietnam.
Para ello se utilizó un camino psicodélico donde la luz, el arte, la música y las drogas eran una sinergia. Así, las influencias venían de los beats de North Beach, de los disidentes de la Universidad de Berkeley. Además, en 1966 Ronald Reagan ganó las elecciones para gobernador de California con la promesa (cumplida) de mano dura contra los estudiantes. Ese mismo año, San Francisco generó su propio periódico underground, siendo este el psicodélico Oracle.
La trama
La historia de la investigación policial narrada, como se adelanta en la portada, presenta el asesinato de una joven estudiante en las cercanías del famoso puente san franciscano del Golden Gate. Lo más inquietante es la aparición en la región abdominal de un pentagrama, sin determinar si fue realizado antes o después del óbito.
Los detectives del caso serán un oficial veterano como Ulysses Ford y una joven recién jurada de la academia del Departamento de Policía de San Francisco, Kimberly Tyler, quien su padre fue compañero de Ford. Este binomio deberá desde ese momento iniciar sus pesquisas en una red de supuestos especialistas esotéricos, con un sospechoso principal el Barón Yeval.
La investigadora deberá afrontar el caso con la renuencia de algunos de sus compañeros y hacerlo en un territorio ambiguo, donde no tiene arraigo y lo que parece ser no es. Además, el submundo del Barón Yeval es aún más complejo de lo que aparenta a simple vista y el hecho de que un sabueso de la policía esté husmeando por él, no facilitará las cosas.
El guion de Bourhis
Hervé Bourhis en American Paranoia. Las Casa negra consigue elaborar una historia consistente y constante, sin saltos al vacío ni estridencias, donde las pesquisas van mostrando caminos de forma que produce el efecto esperado al ir desentrañándose las marañas de pruebas.
El hecho de que la acción transcurra en el San Francisco de esos años en los que las corrientes hippies y conservadoras estén chocando es un detalle que Bourhis no desaprovecha, mostrando un conflicto social latente que afecta también a la investigación. Además, Kimberly, la protagonista aportará un toque de candidez a una visión mucho más compleja del idealizado mundo hippy y el sistema gubernativo californiano de la época.
El arte de Lucas Varela
El apartado gráfico de American Paranoia. Las Casa negra, recae sobre Lucas Varela quien presenta un trabajo eficaz donde sabe interpretar y adaptarse al guion. En este caso su dibujo es más preciso y limpio que en otras obras, pero algunas veces los personajes son demasiado hieráticos y simplones, pero cuyos gestos faciales hacen que las emociones sean fácilmente identificables.
El escenario dibujado por el artista argentino se convierte en un protagonista más de la historia, por lo que los vehículos, las ropas o los edificios dibujados en las viñetas retrotraen al lector, sin ningún género de duda, a la ciudad de la bahía californiana, donde el grupo musical The Mamas & The Papas cantaban que se conocería gente amable allí.
El color empleado está perfectamente adecuado al tono de la obra, puesto que los negros entre viñetas, junto con tonos apagados, hacen que la inquietud y el misterio se ciernan sobre el lector, a la vez que tonos rojos y azules destacan sobre esa oscuridad, ya sea para mostrar la aparición de los agentes, como de la escena del delito.
La edición
Ediciones La Cúpula ha publicado American Paranoia. La casa negra en rústica con solapas, con unas medidas de 20,6 x 27,5 cm, a color y una extensión de 140 páginas, traducidas al castellano por Rubén Lardín.
San Francisco, 1967. La joven detective Kimberly Tyler y el veterano teniente Ulysses Ford investigan el asesinato brutal de una estudiante. El cuerpo de la víctima, hallado a la intemperie en el área recreativa del Golden Gate, presenta un pentagrama satánico tallado a cuchillo en su estómago.
La simbología ritual conduce a los investigadores hasta Barón Yeval, gurú de la Iglesia de Satán, donde un puñado de fieles sigue los preceptos de la mano izquierda. Pero… ¿cabe esperar más asesinatos?
¿Es Yeval el hombre más peligroso del mundo o tal vez solo se trate de un titiritero dedicado a embaucar con su sentido del espectáculo a burgueses aburridos? Lo único cierto es que Kim está a punto de abismarse en un mundo extraño y amenazador del que puede salir dañada en lo más profundo de su alma.
Un retrato de la sociedad norteamericana de finales de los sesenta que agita en la coctelera el gusto retropop, la crónica negra y las conmociones de una época artificiosa y cambiante.
