Pero su historia no se quedó ahí. Fue acusada junto a Bruce de un crimen que no cometieron, cayó en manos de Checkmate y, en un arco especialmente loco, terminó convertida en un cyborg OMAC. Lo peculiar de su caso es que, a diferencia de otros OMAC, conservó su libre albedrío, lo que la convirtió en un arma viviente con conciencia.
Durante un enfrentamiento, su ojo cibernético empieza a analizar a Peacemaker, marcando sus puntos débiles y calculando disparos letales con precisión quirúrgica. Una escena que convierte a Sasha en una amenaza mucho más grande de lo que nadie esperaba.
Este detalle es un claro homenaje a su transformación OMAC en los cómics, aunque adaptado al tono sucio y realista que James Gunn está consolidando en el DCU. Aquí no hablamos de una amenaza cósmica, sino de una agente con un pasado trágico y un presente cargado de dilemas.
La nueva pieza del puzzle en el DCU
El giro de Sasha no es gratuito. Su historia la coloca como puente entre Peacemaker y Batman, dos mundos que hasta ahora parecían lejanos dentro del plan de James Gunn. Los guiños al pasado de Sasha en Gotham abren la puerta a que, tarde o temprano, la sombra del Caballero Oscuro también se sienta en esta serie.
Con este movimiento, Peacemaker demuestra otra vez que nadie está a salvo de giros inesperados. Sasha Bordeaux ya no es un secundario de relleno, sino una figura clave que combina la dureza de una agente de campo con la frialdad de un arma cibernética. Su incorporación aporta una capa extra de drama y tensión a la serie, que ya de por sí vive del caos constante que rodea a Christopher Smith.