Los orígenes celtas de una noche de umbrales el 31 de octubre: Halloween, que en la actualidad es una fecha entre el fuego y la máscara, con los druidas y reverberaciones en la cultura popular
Halloween, hoy convertida en una festividad global de disfraces, dulces y calabazas iluminadas, tiene un origen mucho más antiguo y profundamente vinculado a los ciclos naturales. Su raíz se encuentra en el Samhain, una de las cuatro grandes celebraciones del calendario celta, que marcaba el final del verano y el inicio del invierno. Este umbral entre estaciones, la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, se consideraba un momento en que el velo entre el mundo de los vivos y el de los muertos se volvía permeable.
Durante el Samhain, los antiguos celtas apagaban los fuegos de sus hogares y los encendían de nuevo a partir de las hogueras rituales levantadas por los druidas, sacerdotes y guardianes del conocimiento espiritual y natural de los clanes. En torno a esos fuegos se realizaban ofrendas a los dioses y a los espíritus para asegurar la protección del ganado y la fertilidad de las tierras en los meses oscuros. Así, Halloween hunde sus raíces en una visión del tiempo circular, donde la muerte y el renacimiento se entrelazan.
Los druidas: guardianes del umbral
Los druidas desempeñaban un papel central en las sociedades celtas. No solo eran sacerdotes, sino también jueces, poetas y sabios. Custodiaban la memoria colectiva y los conocimientos sobre la naturaleza y los ciclos cósmicos. Durante el Samhain, eran los encargados de mediar entre los mundos, de interpretar las señales del más allá y de dirigir los rituales de purificación y adivinación.
La figura del druida, envuelta en el misterio, fascinó tanto a los cronistas romanos, como fue el caso de Julio César en De Bello Gallico, como a los autores modernos. En el imaginario romano, los druidas eran símbolo de una superstición peligrosa, a veces bárbara, que debía ser erradicada. Sin embargo, con el tiempo su imagen evolucionó, puesto que pasaron de ser sacerdotes del bosque temidos por su poder a ser vistos como sabios protectores de la naturaleza y depositarios de una espiritualidad ancestral.
Ecos de los druidas en la literatura y los cómics
La cultura moderna ha reinterpretado a los druidas de múltiples formas, reflejando el mismo juego de luces y sombras que caracteriza a Halloween.
En los cómics de Astérix, serie creada por el guionista René Goscinny y el dibujante Albert Uderzo, el druida Panorámix encarna la versión amable y racionalizada del antiguo sabio celta. Su conocimiento de las hierbas y pociones, especialmente la famosa poción mágica, simboliza la sabiduría natural frente a la brutalidad del Imperio romano.
En este universo humorístico, el druida deja de ser un mediador entre vivos y muertos para convertirse en el mediador entre la tradición y la resistencia cultural. Es, en cierto modo, un eco cómico de aquel mismo poder espiritual que animaba las hogueras del Samhain, el saber ancestral que mantiene con vida a un pueblo frente a la invasión de lo foráneo.
En cambio, en las novelas históricas de Simon Scarrow, especialmente en las primeras entregas de la serie Cato y Macro, los druidas reaparecen desde una perspectiva más sombría y realista. En el contexto de la conquista romana de Britania en el siglo I d.C., los druidas son vistos como líderes de la resistencia nativa, capaces de inspirar tanto fervor religioso como violencia.
Así, en el desarrollo de las cinco primeras novelas: El águila del Imperio, Roma Vincit!, Las garras del águila, Los lobos del águila y El águila abandona Britania; Macro y Cato han de enfrentarse a los druidas de forma violenta y salvaje, ganándose una animadversión mutua, que posteriormente se reproduce a su vuelta a Britania en las novelas duodécima a decimocuarta: Cuervos Sangrientos, Hermanos de sangre y Britania.
Scarrow retoma la visión que ya tenía Roma, la del druida como enemigo político y espiritual, un símbolo del poder que el Imperio no podía someter fácilmente. En este sentido, el Samhain y sus ritos, con su carga de misterio y muerte, representan la persistencia de una cosmovisión opuesta a la racionalidad imperial.
En los cómics de romanos, los druidas tienen esa misma imagen que la expresada por Simon Scarrow, como se puede observar en el tomo recopilatorio de Britania publicado por Moztros, donde se recogen las miniseries ideadas por Peter Milligan.
Halloween, al igual que los druidas, ha sobrevivido a la cristianización, la modernidad y la globalización. La Iglesia absorbió su esencia al instituir el Día de Todos los Santos (1 de noviembre) y el Día de los Difuntos (2 de noviembre), pero la antigua idea de una noche en que los espíritus caminan entre los vivos nunca desapareció del todo.
Hoy, cuando niños y adultos se disfrazan de fantasmas, brujas o esqueletos, están repitiendo —sin saberlo— un eco de aquel rito druídico que marcaba la frontera entre la vida y la muerte; o también, cuando escuchan el clásico podcast de La Casa de El de la “spooky season” que diría Violeta.
De igual modo, las reinterpretaciones de los druidas en cómics, novelas y películas demuestran la vigencia de esa figura liminal. Ya sea el sabio Panorámix preparando su poción o el druida guerrillero que se enfrenta a los romanos en las novelas de Scarrow, ambos reflejan el mismo mito: el del mediador entre dos mundos, entre lo visible y lo invisible, entre la razón y la magia, entre la historia y el mito.


