La premisa de La larga marcha es tan simple como terrorífica: cien chavales caminan sin parar. Si bajan de 5 km/h, reciben una advertencia. Tres advertencias y… bueno, ya os imagináis. Solo uno puede sobrevivir. Bienvenidos al reality show más sádico jamás concebido por Stephen King, que escribió esta novela con apenas 18 años, mucho antes de que Carrie lo catapultara a la fama.
La larga marcha: una adaptación que llevaba décadas esperando su momento
Después de más de cuarenta años dando vueltas por Hollywood sin encontrar su forma, La Larga Marcha llega finalmente a las pantallas de la mano de Francis Lawrence, el director que ya nos demostró en Los Juegos del Hambre que sabe cómo construir distopías juveniles con peso emocional. Y vaya si lo consigue aquí.
La novela maldita de Richard Bachman
Lo curioso es que King escribió La Larga Marcha siendo un crío universitario, pero la novela no se publicó hasta 1979, cinco años después del éxito de Carrie. Y lo hizo bajo el pseudónimo de Richard Bachman, ese alter ego más oscuro y nihilista que King utilizaba para publicar sus historias más crudas sin saturar el mercado con su nombre real.
La novela se ganó un culto de fans que llevaban la edición de bolsillo como si fuera la Biblia, y en el año 2000 la Asociación Americana de Bibliotecas la nombró uno de los 100 mejores libros para adolescentes. No es de extrañar: tiene toda esa franqueza brutal de la juventud, esa desilusión con el sistema y esa capacidad de King para mezclar nihilismo con destellos de esperanza. Ya desde los años 80 Hollywood intentó adaptarla, pero trasladar el ritmo hipnótico de la novela y su narración en primera persona a la pantalla era una tarea que parecía imposible. Hasta ahora.
Más que caminar: una película que no para de moverse
Lo que Lawrence ha montado aquí no tiene precedentes. El director se negó a hacer la típica pelídula donde los actores caminan un ratito y luego vuelven al catering. No. Estos chavales se han pateado entre 14 y 16 kilómetros diarios de rodaje, bajo un sol de 38 grados, con todo el equipo técnico siguiéndoles en una caravana de vehículos eléctricos especialmente diseñados para la ocasión.
Y encima lo rodó todo en orden cronológico. Sí, habéis leído bien. Del día uno al último fotograma, sin saltos temporales en la producción. ¿El resultado? Los actores no están fingiendo el agotamiento, las ampollas son reales, y esa sensación de deterioro físico y mental que ves en pantalla… bueno, es que estaba pasando de verdad.
El corazón de la historia: cuando tus rivales se convierten en hermanos
Pero si esto fuera solo un ejercicio de resistencia física, sería un documental de National Geographic. Lo que convierte La Larga Marcha en algo especial es la relación entre Ray Garraty (Cooper Hoffman) y Pete McVries (David Jonsson). Dos hombres que deberían verse como enemigos a muerte y que acaban convirtiéndose en hermanos de trinchera.
Cooper Hoffman (sí, el hijo de Philip Seymour Hoffman) trae toda la vulnerabilidad y la rabia contenida que necesita Ray, ese chaval de pueblo con un pasado misterioso que le da motivos para seguir caminando cuando todo su cuerpo le pide rendirse. Y David Jonsson, recién salido de Alien: Romulus y ganador del BAFTA a estrella emergente, le da a Pete ese optimismo resiliente que hace que te preguntes cómo narices puede mantener la sonrisa en mitad de este horror.
La química entre ambos es tan natural que cuesta creer que no se conocieran de antes. Hay un momento en que Pete saca a Ray de su depresión por dejar a su madre que te parte el alma, no por melodramático, sino por genuino.
Un reparto que se lo deja todo (literalmente) en la carretera
Alrededor de ellos, un elenco de jóvenes actores que merecen todos los aplausos. Ben Wang da vida a Hank Olsen, el bocazas del grupo que esconde sus inseguridades detrás del cachondeo. Charlie Plummer convierte a Barkovitch en el pringado que solo quiere que alguien sea su amigo, aunque su forma de conseguirlo sea… cuestionable. Y Garrett Wareing hace de Stebbins el lobo solitario más enigmático que vas a ver este año.
Mención especial para Tut Nyuot como Art Baker, el optimista del sur que te cae bien al instante, y para Roman Griffin Davis (el niño de Jojo Rabbit) como Curly, el chaval de 15 años que mintió sobre su edad para entrar en la marcha y que te rompe el corazón en tiempo récord.
Y luego está Mark Hamill. Sí, Luke Skywalker interpretando al Comandante, el fascista con gafas de sol que controla esta pesadilla. Hamill confiesa que es el personaje más inquietante que ha interpretado nunca, y se nota. Cooper Hoffman ni siquiera quería conocerle durante el rodaje para no perder el miedo que Ray siente por él. Eso es entrega al oficio.
Cuando el sueño americano se convierte en pesadilla
Más allá del espectáculo y la tensión, La Larga Marcha funciona como una metáfora brutal del capitalismo tardío. King escribió la novela en 1967 como una alegoría de la guerra de Vietnam, pero en 2025 resuena por motivos completamente diferentes. Salarios estancados, inflación descontrolada, jóvenes que sienten que sus objetivos están fuera de alcance… ¿Os suena?
Lawrence sitúa la acción 19 años después de una guerra devastadora (probablemente civil) que ha dejado a Estados Unidos en una depresión económica brutal. La gente está tan desesperada que cien chavales se apuntan voluntariamente a un concurso donde saben que 99 de ellos van a morir. Todo por una oportunidad de conseguir dinero, de darle una vida mejor a su familia, de escapar de la miseria.
Es distópico, sí, pero también incómodamente familiar. Y eso es lo que hace que la película te deje pensando mucho después de salir del cine.
Técnica al servicio de la historia
El director de fotografía Jo Willems (que ya trabajó con Lawrence en Los Juegos del Hambre) consigue que cada toma respire. Usaron lentes anamórficas para darle ese aspecto cinematográfico que pide a gritos una pantalla grande, pero sin caer en la espectacularidad vacía. La película está rodada para que vivas el viaje con los chicos, no para que te maravilles con planos bonitos (aunque los hay).
El diseño de producción de Nicholas Lepage recrea una América descolorida, gótica, atemporal. Coches antiguos mezclados con destellos de tecnología moderna, paisajes hermosos pero desolados, pueblos abandonados que parecen salidos de una fotografía de la Gran Depresión. Es un mundo que reconoces pero que está definitivamente roto.
Y la banda sonora de Jeremiah Fraites (cofundador de The Lumineers) en su debut como compositor cinematográfico es una maravilla. En lugar de subrayar el horror, se centra en las amistades, en esos momentos de humanidad que brillan en medio de la oscuridad. Hay un tema principal con piano y cuerdas pizzicato que suena exactamente como el ritmo de caminar, y cuando entran los coros infantiles angelicales, el contraste con lo que estás viendo en pantalla te destroza.
Detalles que marcan la diferencia
Lawrence tuvo una idea brillante: pidió a cada actor que eligiera los objetos personales que su personaje llevaría en la mochila. Ray tiene una pelota de béisbol gastada que le recuerda a su padre. Hank masca chicle compulsivamente para calmar los nervios. Barkovitch lleva un llavero que dice “el amor es mi gato” (Plummer lo eligió porque echaba de menos a sus gatos durante el rodaje, y ese detalle personal se filtra en la interpretación). Son pequeñas cosas, pero hacen que cada personaje se sienta real, completo, vivo. Y cuando empiezan a caer… duele de verdad.
¿Funciona?
Sí, y con ganas. La Larga Marcha es dura, no se anda con contemplaciones ni te ofrece consuelo fácil. Pero es también profundamente humana, emocionante y, en momentos inesperados, hasta esperanzadora. Es una película que te obliga a preguntarte qué harías tú en esa situación, qué sacrificarías, cuánto aguantarías.
Lawrence consigue algo muy difícil: hacer que una película donde la gente solo camina sea visualmente fascinante y emocionalmente devastadora. El ritmo no decae (literalmente no puede decaer o te matan), las interpretaciones son de primera, y el mensaje resuena sin ser panfletario.
¿Es perfecta? No. Hay momentos donde la brutalidad puede resultar excesiva para según qué estómagos, y alguna subtrama podría estar más desarrollada. Pero son pequeños tropiezos en un camino largo y bien andado.
Veredicto final
Si te gusta Stephen King, las distopias juveniles con algo que decir, o simplemente el buen cine que se atreve a salirse de los caminos trillados, La Larga Marcha es una cita obligada. Eso sí, ve al cine. Esta película fue concebida para la pantalla grande, con su sonido envolvente y su cinematografía que te sumerge completamente.
Puntuación: 8.5/10
La Larga Marcha se estrena en cines y es, sin duda, una de las adaptaciones de Stephen King más arriesgadas y logradas de los últimos años. Francis Lawrence y su equipo se han dejado la piel en la carretera para traernos una película que duele, emociona y no te deja indiferente. Exactamente lo que debería hacer el buen cine.
Y cuando salgas, probablemente necesites sentarte un rato. O, como mínimo, agradecer que puedas parar de caminar cuando te dé la gana.


