Predator: Badlands – Cuando el villano se convierte en protagonista (y funciona)

Predator: Badlands
Panini

Dan Trachtenberg vuelve a la carga con una propuesta que cambia las reglas del juego: por primera vez, Predator deja de ser el malo de la película.

Un Depredador con sentimientos (sí, en serio)

Predator: Badlands

Después del éxito de Prey en 2022, Dan Trachtenberg regresa al universo Predator con una apuesta arriesgada: convertir al cazador alienígena más temido del cine en el protagonista de su propia historia. Y contra todo pronóstico, la jugada sale bien.

Predator: Badlands nos presenta a Dek, un joven Yautja que es el patito feo de su clan. En una cultura obsesionada con la fuerza y donde la debilidad se paga con la muerte, Dek tiene un problema: es el más débil de todos. Para salvar el pellejo y ganarse el respeto de su padre (que, por cierto, es un encanto de progenitor), debe emprender la cacería definitiva: capturar al Kalisk, una criatura supuestamente inmortal que habita en Genna, un planeta donde hasta la hierba quiere matarte.

Lo interesante es que Dimitrius Schuster-Koloamatangi logra que empaticemos con una criatura de mandíbulas monstruosas. Bajo las impresionantes prótesis, consigue transmitir vulnerabilidad, determinación y hasta cierto sentido del humor. Por primera vez vemos al Depredador con subtítulos, hablando su propio idioma (el yautja, creado específicamente para la película), lo que añade capas de profundidad a estos alienígenas que durante décadas solo gruñían amenazadoramente.

Elle Fanning salva el día (literalmente colgada de una mochila)

Aquí es donde la película se pone creativa de verdad. Thia, interpretada por Elle Fanning, es un androide al que le han arrancado la mitad inferior del cuerpo. Sí, has leído bien: pasa buena parte de la película atada a la espalda de Dek como si fuera equipaje de mano parlante. Y funciona.

Predator: Badlands

Fanning aporta el contrapunto perfecto al hosco Dek: es parlanchina, optimista y conoce todo sobre la fauna y flora del planeta mortal en el que están varados. La química entre ambos actores es el corazón de la película, convirtiendo lo que podría haber sido un truco narrativo en una amistad genuinamente entrañable. Además, Thia no es solo alivio cómico: tiene sus propias escenas de acción (algunas francamente bizarras) y resulta ser tan útil como divertida.

Nueva Zelanda como escenario alienígena

Trachtenberg aprovecha los impresionantes paisajes de la Isla Norte de Nueva Zelanda para crear el planeta Genna. Cascadas, playas de arena negra, selvas exuberantes… todo mínimamente retocado con efectos visuales para parecer de otro mundo. El resultado es visualmente espectacular, aunque a veces el exceso de CGI en las secuencias de acción más ambiciosas juega en contra de la claridad visual.

Predator: Badlands

La película construye su bestiario con criaturas diseñadas por Alec Gillis (veterano de las sagas Alien y Predator) y Wētā Workshop. Desde bisontes óseos hasta anguilas que escupen ácido, todo en Genna está diseñado para ser letal. Hay incluso una criatura adorable que se ganará tu corazón antes de revelarse como algo mucho más peligroso.

Un giro en la fórmula que divide opiniones

Aquí es donde las cosas se complican. Predator: Badlands es, según se mire, o la película más emotiva de la franquicia o una traición a su esencia. Al humanizar al Depredador y convertirlo en un héroe con el que empatizar, ¿sigue siendo realmente una película de Predator?

La respuesta depende de lo que busques. Si quieres ver al cazador alienígena como la amenaza implacable de siempre, esta película te decepcionará. Pero si estás dispuesto a aceptar una historia sobre amistad improbable, códigos culturales tóxicos y superación personal (con mucha violencia de por medio), encontrarás una experiencia sorprendentemente conmovedora.

Predator: Badlands

Trachtenberg mantiene su enfoque de explorar la masculinidad tóxica que ya funcionó en Prey. Dek aprende que la fuerza no viene de la brutalidad solitaria, sino de tener aliados. Eso sí, no esperes que deje de matar: sigue siendo un Depredador, solo que ahora con amigos.

El veredicto

Predator: Badlands es una película técnicamente ambiciosa, con actuaciones comprometidas y momentos visuales impresionantes. Funciona mejor cuando apuesta por la intimidad de sus dos protagonistas que cuando se lanza a las batallas masivas del tercer acto, donde el CGI se vuelve algo caótico.

Con 107 minutos de duración, la película ofrece entretenimiento sólido y algunas ideas interesantes sobre lo que puede ser una franquicia de Predator. Pero también muestra las limitaciones de la fórmula de Trachtenberg: después de tres películas, empieza a notarse cierta repetición en su enfoque.

¿Es una de las mejores películas del año? Probablemente no para todos. ¿Es una experiencia cinematográfica divertida, extraña y emocionalmente más rica de lo esperado? Definitivamente sí. Y en una época donde las franquicias suelen jugar sobre seguro, hay que aplaudir que alguien se atreva a romper el molde, aunque el resultado sea imperfecto.

Predator: Badlands

Predator: Badlands llega a los cines el 7 de noviembre de 2025.


Lo mejor: La química entre Fanning y Schuster-Koloamatangi, el diseño de criaturas, los paisajes de Nueva Zelanda.

Lo peor: El tercer acto se vuelve algo confuso visualmente, la fórmula empieza a desgastarse.

Recomendada para: Fans de Predator dispuestos a algo diferente, amantes de la ciencia ficción con corazón, cualquiera que quiera ver a Elle Fanning interpretando a un robot sin piernas.

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