¿Criaturas aladas o sombras con forma? La leyenda de los balrogs sigue envolviéndose en misterio… y fuego
Cuando los miembros de la Comunidad del Anillo se adentran en las minas de Moria, no solo despiertan un antiguo terror, sino también uno de los debates más longevos y enconados entre los fans de El Señor de los Anillos: ¿los balrogs tienen alas de verdad o no? La escena es tan icónica como desconcertante. Entre sombras y llamas, Durin’s Bane se presenta como un ser imponente, y sí, parece tener alas. Pero, ¿es eso lo que Tolkien realmente quiso decir?
¿Tienen alas los balrogs?
Todo comenzó con un par de frases ambiguas. En La Comunidad del Anillo, el mismísimo Tolkien escribió: “La sombra que lo rodeaba se extendía como dos vastas alas” y, más adelante, “de repente se irguió hasta una gran altura, y sus alas se extendieron de muro a muro”. Para unos, eso indica claramente que el balrog tiene alas reales. Para otros, se trata de una metáfora poética, una forma de describir la sombra misma del demonio en combate.
La interpretación depende mucho del enfoque: si uno lee la primera frase como una comparación (“como dos vastas alas”), se puede asumir que se trata de una imagen visual potente pero simbólica. Sin embargo, la segunda frase, con su tono más directo, parece sugerir algo más literal. Y ahí es donde empieza el lío.
Alas físicas o sombras aterradoras
Los defensores de la teoría sin alas suelen apoyarse en que Tolkien era extremadamente cuidadoso con sus descripciones. Si hubiese querido dejar claro que los balrogs volaban, lo habría hecho. Además, la idea de que estas criaturas fueran figuras envueltas en sombra y fuego, sin forma definida, refuerza su carácter aterrador. El miedo al desconocido, al vacío que consume, puede ser mucho más efectivo que una descripción concreta.
En cambio, quienes defienden que sí tienen alas no solo se apoyan en la segunda frase del libro, sino también en la simbología. Recordemos que los balrogs son maiar caídos, seres de naturaleza angelical corrompidos por Morgoth. Las alas les darían ese toque de ángel caído, poderoso y terrible, similar a Lucifer en la tradición cristiana.
Y por si fuera poco, en El Silmarillion hay pasajes que alimentan aún más el fuego. Se menciona que algunos balrogs cayeron en abismos durante batallas antiguas. ¿Perdieron sus alas al caer? ¿O nunca volaron realmente? La ambigüedad sigue reinando incluso en los textos más oscuros del legendarium de Tolkien.
El cine no ayudó… o sí, dependiendo de a quién preguntes
Cuando Peter Jackson llevó a la gran pantalla La Comunidad del Anillo, tomó una decisión que marcó a generaciones: el balrog tenía alas, y bien visibles. Unas enormes, oscuras y esqueléticas, que se desplegaban de muro a muro en Moria, como un dragón siniestro nacido del infierno. Esta imagen tan potente se convirtió en la versión “canónica” para miles de fans que no habían leído los libros.
Antes que él, Ralph Bakshi también se decantó por un balrog alado, con una estética más cercana a una mantícora demoníaca. La tendencia estaba clara: en lo audiovisual, los balrogs vuelan… aunque en ningún momento los vemos volar realmente. Solo se nos sugiere que podrían hacerlo. Y en este tipo de obras, lo sugerido muchas veces pesa más que lo explícito.
Incluso en Los Anillos de Poder, la serie de Amazon, el final de la segunda temporada mostró una criatura que los espectadores no tardaron en identificar como Durin’s Bane, alado y envuelto en fuego. Aunque el calendario de Tolkien no encaja del todo con esa aparición, la serie volvió a avivar el debate sobre sus características físicas.
¿Qué opinaba Christopher Tolkien?
Con tanto texto por analizar, muchos esperaban que Christopher Tolkien, el hijo del autor y editor de El Silmarillion, diese una respuesta definitiva. Pero su declaración echó más leña al fuego: “Yo nunca pensé que la segunda mención de las ‘alas’ del balrog tuviera un significado distinto a la primera”. Es decir, para él, ambas descripciones eran simbólicas. Pero incluso eso es debatible, y no hay unanimidad ni entre los expertos.
Y eso es lo bonito de todo esto. El hecho de que aún hoy, décadas después de la publicación del libro y de sus adaptaciones cinematográficas, sigamos discutiendo si estos demonios tienen alas o no, dice mucho del poder de la obra de Tolkien y de la pasión de sus seguidores.