La segunda temporada de The Last of Us se despide entre caos emocional y un giro arriesgado

The Last of Us
Panini

La serie de HBO despide su temporada 2 con un final que cambia el enfoque… y la protagonista

A veces, menos es más. Otras veces, simplemente es menos. La segunda temporada de The Last of Us ha cerrado su arco con un capítulo final que ha dejado a muchos fans con sentimientos encontrados: una gran escena final, sí… pero precedida por un episodio que avanza como un coche gripado.

La esperada confrontación entre Ellie y Abby llega, sí, pero tras demasiados minutos de divagaciones emocionales, conflictos románticos metidos con calzador y decisiones que hacen que nos preguntemos… ¿quién demonios es Ellie ahora?

The Last of Us temporada 2 final

Desde el principio, Ellie ha sido el alma del relato. Una chica dura, sarcástica, pero con un fondo de oro. Pero en este cierre, su brújula moral da más vueltas que una peonza borracha. Salva a un niño Seraphite, pero deja tirados a Jesse y Tommy sin pestañear. Llora por lo que le ha hecho a Mel y Owen, pero antes los mata sin dudar. ¿De verdad sabe lo que quiere? Porque nosotros no.

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Bella Ramsey lo da todo, eso sí. Su actuación en la escena de la confesión con Dina es de Emmy. Pero cuando la narrativa no acompaña, ni el mejor actor puede sostener el edificio. El guion parece obsesionado con recalcar que “la venganza no es buena”, pero lo hace de forma tan obvia que roza la clase de ética de instituto.

Y hablando de errores de ritmo… la estructura del episodio es un collage desordenado de ideas sueltas. Tenemos a Ellie y Jesse hablando de un triángulo amoroso como si estuvieran en Euphoria, en medio de una guerra entre facciones armadas. La tensión se disipa cada vez que el guion decide girar hacia el drama adolescente.

Por suerte, algunas escenas de acción salvan el conjunto. La secuencia en la isla Seraphite, con la tormenta como telón de fondo y Ellie colgada por el cuello, es pura angustia. Y la aparición de Isaac (Jeffrey Wright) como líder del WLF aporta un toque de humanidad a los villanos que la serie necesitaba como el comer.

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Pero el mayor giro —y sin duda el más divisivo— llega en los últimos minutos: el cambio de perspectiva. Adiós Ellie, hola Abby. Justo cuando Jesse cae abatido por una bala y Ellie queda a merced de Abby, la pantalla se va a negro… y reaparecemos tres días antes, con Abby en el estadio base de los WLF. Lo que viene ahora será la otra mitad de la historia, contada desde los ojos de quien hasta ahora era “la enemiga”.

Muchos fans del videojuego sabían que esto se venía. Pero verlo en pantalla, sabiendo que probablemente la tercera temporada dejará a Ellie en un segundo plano, es un movimiento valiente que no todo el mundo recibirá con los brazos abiertos. Sin embargo, el valor de arriesgar está ahí, y es uno de los pocos momentos donde The Last of Us vuelve a sentirse revolucionaria.

¿Ha sido buena esta segunda temporada? En parte, sí. Pero también ha estado marcada por decisiones estructurales cuestionables: solo siete episodios para contar una historia tan compleja es simplemente poco. Y cuando uno de esos episodios (el 6) frena la narrativa principal para explorar el pasado, por muy brillante que sea, el presente se resiente.

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Si la primera temporada fue casi redonda, esta segunda ha tenido picos muy altos y valles demasiado hondos. El personaje de Dina ha ganado protagonismo hasta tal punto que a veces opaca a la propia Ellie. Y con la llegada de Abby como figura principal en la próxima entrega, queda la duda: ¿sabe la serie a quién quiere contar?

La esperanza está ahora en una temporada 3 que sepa equilibrar mejor sus piezas, y que no olvide que lo que nos hizo amar The Last of Us no fueron solo los momentos trágicos, sino el cuidado por los personajes y la coherencia emocional en sus decisiones. De momento, nos quedamos con un final valiente, imperfecto, pero memorable.

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