“No es exagerado decir que las películas de Matrix cambiaron tanto el cine como mi vida”, ha confesado el propio Goddard, dejando claro que este no es un encargo cualquiera para él. Su idea, respaldada por Warner, no busca reiniciar el universo sino expandirlo, combinando elementos clásicos con nuevas propuestas narrativas. Y eso, por supuesto, pasa por mantener algunos rostros icónicos, empezando por el más importante: Neo.
La participación de Keanu Reeves marcaría una línea de continuidad directa con las anteriores películas, especialmente con Resurrections, donde Neo y Trinity terminan reescribiendo el código del mundo digital desde dentro. Si esa película fue una declaración de principios, esta nueva podría consolidar el estatus cuasi-divino del personaje de Reeves, que ya no es solo el Elegido, sino algo más grande dentro del sistema.
La franquicia no necesita reinicio, necesita evolución
Goddard, conocido por su habilidad para darle una vuelta de tuerca a los géneros que toca, podría ser justo lo que esta saga necesita: una mente creativa capaz de moverse entre la acción, el drama y lo existencial sin perder el ritmo ni la esencia.
En este contexto, no es descabellado pensar que la película podría introducir nuevos personajes que choquen o colaboren con esta figura casi divina, y que amplíen la mitología de la saga, quizá incluso introduciendo nuevas capas filosóficas o tecnológicas.
El reto de Goddard será precisamente ese: honrar ese legado sin convertirse en rehén del pasado. Y si lo hace con Reeves a bordo, el camino ya tiene un ancla emocional para los fans.