Rob Reiner zanja toda esperanza de una continuación con un homenaje a su amigo William Goldman
En una época donde los remakes y secuelas surgen como setas tras la lluvia, hay una película que sigue resistiéndose al paso del tiempo y a las garras de Hollywood: La princesa prometida. Y no es por falta de amor, precisamente. De hecho, el cariño que le profesan sus creadores y fans es tan grande que cualquier intento de resucitarla sería considerado poco menos que herejía. Rob Reiner, director de esta joya de los 80, lo ha dejado claro durante la pasada Comic-Con de San Diego: no habrá secuela, ni reboot, ni nada que toque la magia original.
Por qué la princesa prometida no tendrá secuela
“Nunca haría nada que Bill no aprobara”, sentenció Reiner en una entrevista con CBR, refiriéndose al guionista y autor de la novela original, William Goldman. Aunque Goldman llegó a escribir unas pocas páginas de lo que sería una secuela bajo el título Buttercup’s Baby, abandonó la idea pronto, sintiendo que no funcionaba. Para Reiner, eso es razón más que suficiente para dejar el cuento tal y como está: perfecto, cerrado y eterno.
La princesa prometida se basa en la novela homónima de Goldman, y aunque el libro incluye una suerte de epílogo con tintes de continuación, nunca se llegó a desarrollar una historia completa. Reiner recordó con cariño la relación que tenía con Goldman, quien siempre dijo que este era su trabajo favorito. Incluso pidió que esa frase apareciera en su lápida. Ante tal devoción, el director lo tiene claro: “Mientras dependa de mí, no habrá La princesa prometida 2”.
La resistencia del reparto original
Y no solo es Reiner quien se niega a abrir esa puerta. El elenco original también ha mostrado su rechazo rotundo a un reboot o remake. Robin Wright (Buttercup) fue directa en el 30 aniversario de la película: “No lo arruinéis, por favor”. Cary Elwes, inolvidable como Westley, escribió en X (antes Twitter): “Hay pocas películas perfectas en este mundo. Sería una pena estropear esta”.
Las cifras respaldan esta postura: aunque en su estreno en 1987 fue un fracaso comercial (recaudó solo 30,9 millones de dólares frente a un presupuesto de 16 millones), el boca a boca, los VHS y las emisiones televisivas la convirtieron en un fenómeno de culto. Hoy, La princesa prometida tiene un 96% de aprobación en Rotten Tomatoes y un apabullante 94% del público general. Un estatus que ninguna secuela podría replicar.
Un clásico que no necesita modernización
Lo curioso del caso es que La princesa prometida ya juega con la idea del homenaje, la parodia y el cuento clásico desde su propio guion. Es una película que se ríe con amor de los tropos del género fantástico al tiempo que los celebra. Intentar actualizarla, darle una vuelta moderna o forzar una continuación sería, en palabras de Vizzini, “inconcebible”.
En ese sentido, Reiner ha sido coherente desde siempre. Si el propio Goldman no creyó que pudiera continuar la historia sin traicionar su esencia, ¿por qué intentarlo ahora? En una industria que no para de mirar hacia atrás en busca de tesoros del pasado, este es un gesto que rebosa integridad creativa y respeto por la obra original.
Buttercup, Westley y los cuentos que no necesitan epílogo
Pese a los rumores que de vez en cuando resucitan el título en redes sociales o en mesas de ejecutivos con nostalgia (y necesidad de beneficios), todo apunta a que La princesa prometida permanecerá intocable, como un libro cerrado en la estantería de los clásicos. Y tal vez eso es lo que la hace aún más especial: no haber sido exprimida hasta perder su alma.
Además, el material en que se basaba ya era único. William Goldman no solo escribió la novela original y el guion, sino que lo hizo con una voz tan particular, tan cómplice del lector/espectador, que intentar replicarla hoy sería como imitar a alguien que ya ha contado su mejor chiste.
La princesa prometida, un fenómeno que conquistó el tiempo
A día de hoy, La princesa prometida sigue disponible en Disney+ y continúa capturando nuevos públicos. Ni los efectos especiales más modernos ni los blockbusters millonarios logran eclipsar su encanto. Su mezcla de humor absurdo, amor verdadero, espadachines memorables y frases inolvidables (“Hola. Me llamo Íñigo Montoya…”) la convierten en una experiencia única que no necesita segunda parte.
Por eso, cada vez que alguien sugiere un reboot, hay una legión de fans —y de actores y cineastas— que responden al unísono: “No lo toquéis. Ya es perfecto tal como está”.
¿Te imaginas una secuela? Nosotros tampoco. Y si la historia nos enseñó algo, es que el amor verdadero nunca muere… pero tampoco necesita una segunda parte.



