La polémica ley “anti-anime” en Texas enciende las alarmas del sector otaku

Panini

Una medida legal pensada contra la explotación infantil pone en el punto de mira al manga y al anime

El 1 de septiembre en Texas no solo marcó el inicio de un nuevo mes: también trajo consigo la entrada en vigor de la Senate Bill 20, una ley que la comunidad otaku ha rebautizado como la “Anti-Anime”. Lo que en principio parecía un movimiento legal para frenar la explotación infantil con material generado por inteligencia artificial ha terminado provocando un efecto dominó que amenaza directamente al anime y al manga.

La norma prohíbe cualquier contenido que muestre a personajes que aparenten ser menores de edad en situaciones consideradas “obscenas”. El problema está en que la redacción es tan amplia que abarca dibujos, animaciones y cómics, dejando en riesgo títulos mundialmente conocidos y, de paso, generando miedo entre librerías, editoriales y convenciones.

Anime bajo la lupa legal

El impacto fue inmediato. JAST USA, editorial especializada en novelas visuales japonesas, vivió en carne propia la censura durante la convención San Japan de San Antonio. Tras un primer día exitoso, los organizadores les prohibieron continuar con su stand porque su material fue considerado “demasiado provocador”. Entre sus publicaciones había títulos ecchi y para adultos, habituales en el mercado japonés pero ahora potencialmente ilegales bajo esta nueva ley.

El caso más sonado entre las tiendas llegó con Kaboom Comics, cuyo gerente decidió retirar de sus estanterías los primeros tomos de Dragon Ball. Escenas cómicas entre Goku y Bulma que llevan décadas formando parte de la cultura popular podrían ser interpretadas como violaciones de la normativa. Esa inseguridad jurídica está empujando a otros comerciantes a autocensurarse, incluso sin recibir ninguna orden oficial.

Consecuencias imprevistas

Aunque el senador republicano Pete Flores, impulsor de la ley, declaró que su objetivo era enviar un “mensaje claro a los depredadores”, los analistas políticos advierten que la redacción vaga del texto legal abre la puerta a interpretaciones subjetivas. Como explicó el profesor Jon Taylor de la Universidad de Texas en San Antonio, el verdadero peligro es que fiscales locales tengan libertad para decidir qué anime o manga les resulta “obsceno”.

Esto deja a franquicias enteras en la cuerda floja. Series con un tono picante como High School DxD ya han sido objeto de polémicas similares en Reino Unido, donde se prohibieron varios anuncios promocionales por “contenido ofensivo”. Bajo la SB20, obras de ese estilo podrían desaparecer por completo de librerías y convenciones en Texas.

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Reacción internacional y crítica cultural

La controversia no tardó en cruzar fronteras. Zenko Kurishita, exmiembro de la Asamblea Metropolitana de Tokio, criticó duramente la ley calificándola de “nonsensical”, señalando lo absurdo de prohibir personajes simplemente porque “parecen menores”. Mientras tanto, en Estados Unidos, organizaciones como la Comic Book Legal Defense Fund (CBLDF) lamentaron que sus esfuerzos para frenar la aprobación fueran en vano. Ahora trabajan en “los próximos pasos” para mitigar el impacto de una medida que consideran dañina para la libertad artística.

La comunidad otaku percibe esto como un nuevo capítulo en la larga historia de censura contra el manga y el anime. Ya en los años 90, series como Sailor Moon o Dragon Ball Z llegaron a Occidente con ediciones fuertemente recortadas, suavizando diálogos, eliminando violencia o borrando referencias sexuales. Lo que en aquel entonces eran cambios para adaptarse a “públicos más jóvenes” hoy se convierte en un terreno judicial donde el simple hecho de coleccionar un manga puede acarrear problemas legales.

La sombra de la autocensura

La verdadera amenaza de esta ley no es tanto la persecución inmediata, sino el clima de miedo que está generando. Tiendas pequeñas y convenciones locales podrían dejar de apostar por el anime y el manga para evitar riesgos. Los propios editores estadounidenses se enfrentan a la disyuntiva de seguir licenciando títulos polémicos o abandonar líneas completas de su catálogo.

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Si esta situación se consolida, el público otaku en Texas verá reducido su acceso a obras clásicas y contemporáneas. Y, como suele ocurrir, la censura legal en un estado puede marcar un precedente para otros. El debate ahora está en si esta “guerra cultural” contra el anime se quedará en Texas o se expandirá a nivel nacional.

Un futuro incierto para el fandom

La paradoja es que mientras en Japón el manga y el anime se consolidan como motores culturales y económicos, en Estados Unidos se abren frentes de censura que generan inseguridad en la industria. Para los fans, lo que está en juego no es solo poder leer a sus autores favoritos, sino también la libertad creativa de un medio que siempre ha jugado con la exageración y la fantasía.

Los próximos meses serán decisivos. Si los tribunales de Texas aplican esta ley con mano dura, podríamos presenciar un retroceso en la normalización del manga y el anime en Occidente. Sin embargo, la presión internacional y el empuje de comunidades activas en redes sociales podrían convertirse en un contrapeso poderoso frente a este tipo de restricciones.

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