Los actores de la infame cinta de 1997, Chris O’Donnell y Alicia Silverstone, repasan cómo sobrevivieron al rodaje más caótico del Caballero Oscuro
Un rodaje tan absurdo como su reputación
La actriz confesó que el famoso traje de Batgirl fue su mayor enemigo. “No podías ir al baño durante horas, y para ponértelo necesitabas cubrirte el cuerpo con polvos de talco. Era todo un proceso”. Entre risas, relató cómo una de sus primeras escenas fue pura improvisación: “Nos gritaban por un megáfono que lanzáramos algo, y yo no sabía ni qué era. Me dijeron: ‘no lo pienses, lánzalo’. Luego supe que añadirían el objeto en posproducción”.
El caos del rodaje era tal que, incluso antes de estrenarse, ya se percibía que algo no iba bien.
De la ilusión al desastre
Chris O’Donnell, quien interpretó a Robin, recordó que “la respuesta del público fue brutal. Todo el mundo odiaba la película. Joel Schumacher acabó agotado, completamente hundido”. El actor lamenta que el director —que puso su alma en el proyecto— fuera el principal blanco de las críticas.
El paso del tiempo suaviza los golpes
Aunque en su estreno fue vapuleada por crítica y fans, con el tiempo Batman & Robin ha logrado una especie de culto camp. Silverstone asegura que “muchos de mis amigos del colectivo LGBTQ+ la adoran; es su película favorita. Es muy camp”.
El legado de una catástrofe divertida
Cuando Batman & Robin cerró su recorrido con 238 millones de dólares recaudados, la franquicia entró en hibernación casi una década. No fue hasta Christopher Nolan y su Batman Begins (2005) que el personaje recuperó su prestigio y oscuridad.
Quizá no fue el Batman que los fans querían, pero sí uno que dejó huella. Como dijo O’Donnell: “Fue divertido formar parte de ello. Algunas cosas simplemente son así”.
Tres décadas después, Batman & Robin sigue siendo un punto de referencia, ya sea para reírse o para entender hasta dónde puede llegar el género cuando se olvida de la oscuridad y abraza el espectáculo sin complejos.
En el fondo, esa mezcla de desastre y nostalgia es lo que mantiene viva su historia: un recordatorio de que incluso los errores más sonados pueden acabar siendo inolvidables.


