Alan Moore lamenta el peso de su legado más oscuro en Batman

Alan Moore
Panini

Alan Moore preferiría olvidarse de una de sus obras más famosas, pero los fans no se lo permiten

Alan Moore, Batman, DC Comics, Joker, La Broma Asesina

Desde hace décadas, Alan Moore vive atrapado en un curioso bucle: cuanto más intenta alejarse de sus cómics más célebres, más se los recuerda la gente. No es culpa de los fans, claro, porque cuando un escritor firma Watchmen, V de Vendetta y La broma asesina, es inevitable que cualquier conversación termine mirando hacia atrás. Pero lo cierto es que el británico lleva años renegando de algunas de sus historias más influyentes… y la que más le chirría es precisamente la que muchos consideran la obra definitiva sobre el Joker.

No está contento con su impacto

A Moore le pesa especialmente haber llevado a Batman a uno de sus rincones más turbios, un giro que, según él, abrió la puerta a una avalancha de historias sombrías que jamás pretendió desatar. El problema es que su intento de sátira terminó convertido en canon emocional para toda una generación de lectores.

Lo más irónico del caso es que Moore cambió la industria sin quererlo. Al llegar a DC, él solo buscaba jugar con conceptos nuevos: convertir a Swamp Thing en un avatar elemental, cuestionar la moralidad de los héroes y darle una patada a los clichés del cómic americano. Su revolución fue tan potente que Watchmen acabó consolidándose como el punto exacto en el que los superhéroes “se pusieron serios”. Aquella obra no solo redefinió un género: marcó un estándar que muchos trataron de copiar sin comprender del todo la sutileza original.

La broma que dejó de hacerle gracia

Antes de que su relación con DC se deteriorara, Moore firmó junto a Brian Bolland una de esas historias destinadas a no olvidarse: La broma asesina. Lo que para él era un experimento independiente, una exploración puntual del vínculo enfermizo entre Batman y el Joker, para el resto del planeta fue una bomba nuclear emocional. El cómic se adelantó al auge de los thrillers psicológicos de los 90, introduciendo trauma, tortura mental y una oscuridad casi operística en Gotham.

Pero ahí llegó la parte que Moore nunca ha conseguido aceptar: el impacto. Él mismo reconoció que el cómic es “probablemente lo peor que he escrito”, no por calidad, sino por consecuencias. A su juicio, aquel retrato tan brutal del Joker y el destino de Barbara Gordon dejó una marca demasiado profunda, una especie de “competición a ver quién hace sufrir más a los personajes”.

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Una crítica malinterpretada

Lo que Moore pretendía era una especie de dardo sarcástico hacia los lectores adultos que seguían tomando Batman demasiado en serio. Su objetivo era exagerar, llevarlo todo al límite para que resultara evidente. Pero, como suele ocurrir con los clásicos, el mensaje se transformó por el camino: lo que era una crítica se convirtió en referente. Y así, la oscuridad que para él era un chiste terminó siendo, para muchos guionistas posteriores, la hoja de ruta.

Mientras algunos fans aplauden la crudeza de la obra, otros la consideran una de las grandes responsables de la evolución más tétrica del personaje. Y luego está la polémica eterna del disparo a Barbara Gordon, un giro tan discutido que hasta el propio guionista ha lamentado públicamente.

¿De verdad fue culpa de Moore?

Moore puede arrepentirse todo lo que quiera, pero culparse del tono moderno de Batman es injusto incluso para él. Frank Miller ya había empujado al héroe hacia el abismo en El regreso del Caballero Oscuro y Año Uno. La década pedía sangre, dramatismo y antihéroes rotos; Moore simplemente añadió un nuevo ladrillo a un muro que ya estaba levantándose.

Si se mira hacia la Edad de Oro, Batman siempre tuvo un pie en la oscuridad: pistolas, mafiosos, científicos locos, sectas… Lo que hacía La broma asesina no era inventar nada, sino destilar ese espíritu en su forma más extrema. La prueba está en que historias recientes, como Tres Jokers o El Batman que ríe, siguen esa línea, pero la responsabilidad real se reparte entre muchísimos autores.

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El giro luminoso que sorprendió a todos

Cuando Moore abandonó DC y WildStorm le ofreció crear America’s Best Comics, el guionista hizo algo que ni sus críticos ni sus fans esperaban: se puso alegre. Historias como Tom Strong, Top 10 o Promethea demostraron que podía escribir aventuras luminosas, pulp y hasta juguetonas. Allí dejó claro que su talento no dependía de la oscuridad, sino de la libertad creativa.

Sin embargo, por mucho que él intente redirigir la conversación hacia estos trabajos, las ventas mandan: cuatro décadas después, los lectores siguen volviendo a Watchmen, Swamp Thing y, por supuesto, La broma asesina. Moore querrá olvidar ese capítulo, pero el fandom no está dispuesto a soltarlo.

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