Descubre el cómic de Alan Moore que peor ha envejecido

Alan Moore
Panini

El cómic de Alan Moore que empezó como una oda literaria acabó siendo un ajuste de cuentas personal y lleno de polémica

Alan Moore

Durante años, La liga de los hombres extraordinarios fue uno de esos cómics que los fans sacaban a relucir con orgullo al hablar del genio creativo de Alan Moore. Una idea brillante: juntar a personajes clásicos de la literatura como si fueran los Vengadores victorianos, mezclando el steampunk con fantasía, acción y una buena dosis de sátira. Pero, con el paso del tiempo, lo que había sido un tributo elegante al legado literario universal se transformó en una especie de monólogo amargo. Lo que antes parecía un guiño ingenioso a los mitos culturales, acabó convirtiéndose en un desfile de cinismo, crítica destructiva y escenas que muchos consideran problemáticas.

El cómic más polémico de Moore

Desde el inicio, la premisa era irresistible: juntar a personajes como Mina Murray (la Mina Harker de Drácula), el Capitán Nemo, el Doctor Jekyll, Mr. Hyde y Allan Quatermain para formar una especie de Liga de la Justicia literaria. La idea de unir mundos ficticios en una realidad compartida funcionaba genial. El primer arco, enfrentando a Fu Manchú y Moriarty en una guerra criminal, fue puro espectáculo y homenaje.

En esos volúmenes iniciales, el mundo era vibrante, con un universo rico en detalles y referencias, explorando la literatura clásica como si se tratase de un multiverso cohesionado. La historia respiraba amor por los libros, por la imaginación desbordante de los siglos XIX y XX. Pero, conforme la serie avanzó, la narrativa se volvió más oscura, incómoda y, para muchos lectores, innecesariamente polémica.

La violencia sexual explícita, la sexualización de personajes como Mina y la inclusión de figuras como el Golliwog (reconvertido aquí como “Galley-Wag”) son solo algunos ejemplos que encendieron las alarmas. El uso de estos elementos, lejos de parecer una crítica o revisión consciente, parecen usados sin filtro, como si el autor simplemente quisiera provocar.

Lo más grave no es que haya temas incómodos, sino que no están bien tratados. La obra deja la sensación de que Moore quería lanzar un mensaje, pero no logró justificar por qué necesitaba recurrir a ciertos excesos. El resultado fue un cómic que no solo ha envejecido mal, sino que cada año que pasa lo hace peor.

De homenaje literario a ataque cultural

Lo más chocante llega con los últimos volúmenes. Alan Moore deja atrás su amor por la literatura para centrarse en atacar a la cultura pop moderna. Su versión del “Anticristo” es una parodia oscura de Harry Potter, supuestamente inspirada en el hecho de que un familiar suyo prefería leer a Rowling en lugar de Lovecraft. Moore convierte al joven mago en una figura apocalíptica, un símbolo de todo lo que, según él, está mal en la cultura contemporánea.

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Y no se detiene ahí. Ridiculiza a James Bond, a personajes infantiles como Thomas the Tank Engine o incluso a iconos como Winnie the Pooh (o su variante Rupert Bear). Todo con una actitud de superioridad moral y literaria que resulta cansina. En vez de crear algo nuevo o inspirador, se dedica a destruir lo que otros adoran, simplemente porque no lo considera “de calidad”.

En ese sentido, el cómic pierde toda su magia. La aventura y la exploración dan paso a una crítica cargada de resentimiento, donde los personajes principales son arrastrados por las obsesiones del autor. Y aunque hay quien defiende esta deriva como parte del estilo provocador de Moore, para muchos fue el punto de no retorno.

Un universo que prometía ser eterno, pero que se fue apagando a golpe de bilis

La evolución de La liga de los hombres extraordinarios refleja, quizás, la propia transformación de Alan Moore como figura pública. De creador admirado por obras como Watchmen o V de Vendetta, a alguien cada vez más alejado de la industria y sus formas. Lo irónico es que esta serie, que podía haber sido su gran legado literario-pop, terminó siendo su obra más divisiva.

Comparada con otras historias de Moore, como Promethea o From Hell, esta liga extraordinaria se queda corta no por falta de ambición, sino por exceso de autocomplacencia. Mientras otras de sus obras invitan a la reflexión, esta parece gritarte que estás equivocado si no compartes su visión.

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A día de hoy, sigue siendo un cómic de culto, pero es difícil recomendarlo sin advertir lo mucho que se aleja de lo que prometía en sus primeras entregas. Y aunque haya quien encuentre valor en su decadencia, es una pena ver cómo un homenaje tan potente a la literatura se convirtió en un manifiesto de desprecio hacia el lector medio.

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