Japón lanza una advertencia a OpenAI: “no toquéis nuestro anime”

Japón
Panini

Las grandes editoriales de Japón se rebelan contra el entrenamiento de IA con sus obras, denunciando infracciones masivas de derechos de autor

anime japonés, OpenAI, Shueisha, Sora 2

La paciencia de la industria del anime japonesa parece haber llegado a su límite. Un poderoso bloque de 17 editoriales, entre ellas Kadokawa, Kodansha y Shogakukan, ha emitido una advertencia formal a OpenAI, exigiendo que sus modelos de inteligencia artificial —especialmente Sora 2, su reciente IA de texto a vídeo— dejen de utilizar anime y manga para su entrenamiento sin consentimiento.

Inteligencia artificial y copyright en la ciudad nipona

El comunicado, respaldado además por Shueisha, editora de Weekly Shonen Jump (One Piece, Dragon Ball Super), acusa directamente a OpenAI de fomentar “una crisis de infracción en escalada” que vulnera las leyes japonesas de copyright y el Tratado de la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual).

Según las editoriales, desde el lanzamiento de Sora 2 se ha detectado una avalancha de vídeos generados por IA que copian estilos, personajes y escenas de obras registradas, con resultados tan parecidos que podrían confundirse con animaciones oficiales. Shueisha, de hecho, afirma haber identificado “casos concretos de infracción sobre personajes y obras con derechos reservados”.

El punto más polémico es el sistema “opt-out”, que obliga a los creadores a solicitar la exclusión de sus obras de las bases de datos de entrenamiento. Las editoriales lo califican de “sistema injusto y abusivo”, y piden sustituirlo por un modelo “opt-in” que requiera el permiso expreso de los titulares antes de usar su contenido.

Además, reclaman transparencia total sobre los datos utilizados y compensación económica para los autores. “Una respuesta a nivel nacional, incluyendo la creación de nuevas leyes, es esencial para la protección del contenido”, ha subrayado Shueisha.

La defensa del arte frente a la automatización

Pese al tono severo del comunicado, las compañías no rechazan la inteligencia artificial en sí. Kadokawa y Kodansha señalan que la tecnología puede ser una aliada si se usa con ética, pero advierten que “la evolución de la IA no puede construirse sobre la infracción del trabajo humano”.

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Shueisha, por su parte, promete tomar “medidas estrictas y apropiadas” contra cualquier violación de derechos, y todas las editoriales implicadas coinciden en el objetivo de preservar “un entorno creativo justo, transparente y sostenible” donde los artistas puedan trabajar con tranquilidad.

Ya había alzado la voz antes

Este no es el primer roce entre el país del sol naciente y OpenAI. El año pasado, una oleada de imágenes “ghiblificadas” —creadas con IA para imitar el estilo de Studio Ghibli— se volvió viral en redes. Aunque el fenómeno fue popular, muchos fans y artistas lo calificaron de plagio, denunciando que la IA podía “robar” la identidad visual de estudios históricos como el de Mi vecino Totoro o El viaje de Chihiro.

Curiosamente, Studio Ghibli nunca se pronunció oficialmente, pero el mensaje estaba claro: Japón protege con uñas y dientes su patrimonio artístico.

Cuando la IA sí tiene cabida

Aun así, el rechazo no es total. Algunas compañías niponas ya exploran usos legales y productivos de la IA. Shogakukan, por ejemplo, ha invertido en la startup Orange Inc. para acelerar traducciones de manga mediante inteligencia artificial, mientras que Toei Animation (responsable de Dragon Ball y One Piece) utiliza IA para optimizar tareas internas y reducir costes.

Incluso Netflix Japón experimentó con este tipo de tecnología en 2023 en el corto The Dog & The Boy, donde los fondos fueron generados por IA. Más recientemente, el anime Twins HinaHima empleó herramientas de IA en la mayoría de sus cortes, lo que reavivó el debate sobre los límites éticos y creativos de su uso.

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Una línea roja infranqueable

Si algo ha dejado claro este nuevo frente legal es que el anime y el manga son considerados patrimonio cultural intocable. Los gigantes editoriales japoneses, que ya lideran campañas internacionales contra la piratería junto al grupo CODA, no están dispuestos a permitir que la IA se alimente de sus obras sin control.

El mensaje a OpenAI es inequívoco: Japón no se opone al futuro, pero exige respeto a su arte y a sus creadores. Porque, como han repetido en su declaración, “la innovación tecnológica no puede nacer del robo creativo”.

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