Las bromas eran tan pasadas de rosca que no tardaron en correr como la pólvora: desde comentarios sobre abusos infantiles hasta frases sobre tragedias históricas, el archivo digital de Gunn era un campo de minas. Aunque estos mensajes se remontaban a mucho antes de que Marvel lo fichara, y él mismo admitió que se avergonzaba de esa etapa, la “cultura de la cancelación” estaba en su punto álgido.
Mientras tanto, el universo DC aprovechó la ocasión. Warner Bros. no se lo pensó dos veces y le ofreció las riendas de The Suicide Squad, dándole total libertad creativa. Fue en ese punto cuando la historia dio un giro inesperado: Disney, viendo la presión mediática y el apoyo masivo, decidió rehabilitar a Gunn en marzo de 2019. Regresó al set como si nada hubiera pasado, mientras en paralelo preparaba su salto definitivo a DC.
Lejos de hundirse, James Gunn ha demostrado que es posible regresar de un linchamiento mediático, sobre todo cuando se reconoce el error y se apuesta por una segunda oportunidad. Hollywood suele ser implacable, pero también sabe cuándo una historia de redención merece ser contada.
Si algo distingue a Gunn es su capacidad para mezclar humor irreverente, personajes disfuncionales y un amor profundo por la cultura pop. Nadie imaginaba que aquel director despedido de la noche a la mañana acabaría dirigiendo al mismísimo Superman. Pero así es James Gunn: impredecible, polémico… y absolutamente imprescindible para el género.