Desde su primera temporada, El juego del calamar ha sabido usar el contraste entre el drama de los jugadores y el cinismo de los ricos que apuestan por sus vidas. Pero si en su día los VIPs aportaban un toque a lo “Eyes Wide Shut” y funcionaban como símbolo de la desigualdad extrema, en la tercera temporada se convierten en caricaturas andantes que restan fuerza a la historia. No es solo cuestión de mal casting: es que parecen salidos de una IA programada para imitar a millonarios de memes.
El episodio 4 es un claro ejemplo: cuando por fin se desvelan los rostros de algunos guardias y resulta que son VIPs, en lugar de sorprendernos, la escena solo logra desconcertar. ¿Para qué tanto misterio con las máscaras si ya nos han mostrado sus caras y sus frases forzadas? A esto se suma la actuación histriónica del VIP americano de pelo largo, que parece la parodia definitiva del “tech bro” de Silicon Valley. Su presencia, lejos de aportar tensión, resulta tan exagerada que casi dan ganas de darle al botón de adelantar.
Por si fuera poco, el propio showrunner ha confesado que llegó a recortar muchas de sus escenas en esta temporada, lo que demuestra que es consciente del problema… pero aún así no ha sabido o no ha querido prescindir de ellos. Esto resulta aún más confuso cuando, con el mismo presupuesto, se traen a una actriz de la talla de Blanchett para un solo cameo, mientras el resto de secundarios apenas alcanzan el nivel de un anuncio de teletienda.
El reparto coreano, muy por encima
Uno de los grandes aciertos de esta tercera temporada de El juego del calamar es el regreso de personajes como Seong Gi-hun (Lee Jung-jae) y el desarrollo de nuevos como Jang Geum-ja y Kim Jun-hee. Sus historias, marcadas por el sufrimiento, el dilema moral y el instinto de supervivencia, son la base emocional de la serie. Cada escena suya rebosa autenticidad, logrando que nos impliquemos de lleno en sus dramas personales y que cada giro del juego nos duela.
La presencia de Cate Blanchett ha puesto el listón muy alto, y ahora solo queda esperar que, en futuras entregas, la serie logre cerrar el círculo y ofrecer una crítica social tan potente como su puesta en escena.