La evolución no se detuvo ahí. Con Super Mario Bros 3 llegaron los trajes icónicos: el de mapache, el de martillo… elementos pensados para potenciar los movimientos de Mario y dar frescura al gameplay. Como apunta Sutherland, Nintendo podía haber introducido habilidades de forma directa, pero los trajes añadían ese punto de diversión y claridad visual que convirtió cada transformación en un momento inolvidable. Algo que sigue vigente hoy, como en Super Mario Bros Wonder y su sorprendente Mario elefante.
La llegada de Super Mario 64 en Nintendo 64 fue otro punto de inflexión. La mecánica del salto se trasladó a un entorno tridimensional, algo nunca visto hasta entonces. Sutherland recuerda lo divertido que resultaba explorar libremente, correr en círculos o hacer saltos hacia atrás, incluso aunque eso significara renunciar a la precisión de los 2D. Nintendo compensó esa dificultad con nuevos movimientos, como los puñetazos y patadas, creando una experiencia fresca que redefinió cómo debía sentirse un juego en 3D.
La huella del fontanero en otros héroes de plataformas
Lo curioso es que, aunque cada franquicia encontró su propio sello, todas tomaron como referencia la base establecida por Mario. El concepto de riesgo y recompensa, la importancia del timing y la satisfacción de dominar un control intuitivo han hecho que la herencia del fontanero siga viva. Sin su influencia, probablemente el género de plataformas nunca habría alcanzado el lugar que ocupa hoy en la historia del videojuego.
La mecánica que comenzó como una idea sencilla en los ochenta ha logrado mantenerse fresca durante más de cuarenta años. El salto de Mario no es solo un movimiento icónico: es la base de todo un género, y prueba de que la innovación más duradera a veces nace de lo más simple.