Un chico que entrega comida, un donut que habla y una Florida más rara de lo normal. ¿Te atreves a entrar?
Boys Go to Jupiter, un chico, un objetivo: 5.000 dólares. Eso es todo lo que necesita Billy 5000, un joven que ha dejado el instituto y que ahora sobrevive en un mundo que se mueve a ritmo de entregas exprés, canciones inesperadas y personajes que parecen sacados de un sueño febril. En su debut como director, Julian Glander construye una de las películas animadas más surrealistas y encantadoras del año.
Ambientada en una Florida suburbana entre Navidad y Nochevieja, la cinta nos mete de lleno en una especie de videojuego indie donde los personajes hablan raro, los escenarios parecen maquetas de juguete y cualquier día normal puede incluir encuentros con alienígenas o pagar con pelotas de minigolf.
Boys Go to Jupiter película animada surrealista
Billy 5000, nuestro protagonista, no es un héroe típico. Se pasa los días haciendo entregas para Grubster, una especie de Glovo pasado por LSD, con la meta de reunir suficiente dinero para dejar de vivir en el garaje de su hermana (voz de Eva Victor) y empezar su propia vida. ¿Cómo lo consigue? Desde buscar trucos para cobrar más rápido hasta masticar comida ajena por dinero (sí, has leído bien).
Pero esto es Florida, y no una cualquiera. Aquí, un donut gigante llamado Donut lo sigue a todas partes, su amor platónico Rozebud trabaja con su madre (una científica loca de frutas con la voz de Janeane Garofalo), y entre los clientes se encuentran tipos tan peculiares como un trabajador del “perrito caliente más grande del mundo” o un anciano que enterró a su padre en un campo de minigolf de temática prehistórica.
Un festín visual con sabor a nostalgia absurda
Lo que de verdad hace brillar Boys Go to Jupiter no es solo su historia, sino el universo que construye Glander con una mezcla de estética low poly, juguetes Little Tikes y el alma de un videojuego de los 90 como PaRappa the Rapper. Cada escenario está diseñado con mimo, como si el director nos invitara a jugar con su maqueta personal.
El diseño sonoro y las canciones originales funcionan como interludios que rompen cualquier lógica narrativa, pero que aportan al tono encantador y absurdo del filme. La historia avanza a trompicones, pero siempre con algo nuevo, inesperado o tierno que te deja pegado a la pantalla.
Y para que esta rareza funcione, Glander ha reunido un reparto vocal de lujo. Desde Jack Corbett en el papel principal, cuya voz apática refleja a la perfección la desmotivación de la vida moderna, hasta nombres como Julio Torres, Cole Escola, Demi Adejuyigbe o Grace Kuhlenschmidt, que aportan sus toques cómicos a cada esquina del metraje.
Un viaje emocional en medio del caos
Aunque a ratos parezca una colección de cortos ensamblados, hay una línea narrativa que nos lleva por la frustración y el esfuerzo de sobrevivir en un sistema donde ni siquiera reunir 5.000 dólares parece posible. En ese sentido, Boys Go to Jupiter conecta con cualquiera que haya sentido que da vueltas sin avanzar, atrapado entre trabajos basura, sueños a medio cumplir y una realidad que no para de cambiar las reglas.
Incluso cuando el film parece desviarse demasiado de la carretera principal, lo hace con estilo. El tramo final toma giros inesperados que profundizan en el mensaje de fondo: las decisiones, por pequeñas que parezcan, marcan el rumbo de nuestras vidas. Y aunque el mundo esté lleno de donuts parlantes y frutas imposibles, al final todos buscamos lo mismo: un poco de estabilidad, una pizca de cariño y algo de sentido en medio del caos.
Una joya extraña, pero necesaria
En un mercado saturado de animaciones formulaicas y secuelas sin alma, Boys Go to Jupiter es una bocanada de aire fresco. No todo funciona al 100%, pero eso también es parte de su encanto: es imperfecta, divertida, experimental y sorprendentemente humana. Te hará reír, alucinar y quizá, sin darte cuenta, reflexionar sobre tu propio camino.
Se estrena el 8 de agosto en Nueva York y el 15 en Los Ángeles, antes de expandirse a más ciudades. Si tienes la oportunidad, no te la pierdas. Puede que salgas del cine sin entender del todo lo que has visto… pero con una sonrisa en la cara y muchas ganas de volver.


