El regreso de los infectados llega con sabor a videojuego y confirma que Garland es el elegido perfecto para adaptar el mundo de FromSoftware
Olvídate del cine tradicional: lo que está haciendo Alex Garland con 28 años después parece más bien una partida intensa de rol táctico. Y no, no es una crítica. Es justo lo que nos hace pensar que su próximo reto, adaptar Elden Ring al cine con A24, puede ser más una evolución lógica que una locura temeraria. Porque lo cierto es que sus últimas películas ya funcionan como videojuegos sin botones ni mando.
Cuando se anunció que Garland se encargaría de llevar a la gran pantalla el vasto y enigmático universo creado por Hidetaka Miyazaki y George R.R. Martin, las reacciones oscilaron entre el entusiasmo y la duda. ¿Cómo se mete uno en ese jardín? Pero tras ver 28 años después, estrenada este 2025 con dirección de Danny Boyle pero guion de Garland, empiezas a atar cabos. Este tipo piensa como un diseñador de niveles.
El lenguaje visual de Garland ya habla en clave RPG
Garland ha encontrado en el cine una forma de rendir homenaje al lenguaje del videojuego, sin perder de vista el peso narrativo ni la estética. Lo que para algunos detractores podría ser un defecto –esa obsesión con los personajes funcionales y los caminos unidireccionales–, es en realidad una seña de identidad muy bien llevada. En sus películas no hay giros épicos al uso, sino misiones que avanzar, rutas alternativas, encuentros reveladores y fragmentos de lore escondido. Como si estuviéramos recorriendo una campaña en Dark Souls.
Y no es solo una sensación general. En títulos como Aniquilación o Civil War, los protagonistas atraviesan entornos extraños, enfrentan criaturas simbólicas, y reciben información crucial en lugares ocultos. Hasta Men, con su atmósfera inquietante y estructura episódica, recuerda a esas fases de horror psicológico tipo Silent Hill, donde cada escena es una incógnita que hay que descifrar con más instinto que lógica.
28 años después arranca como si activaras el prólogo de un survival
La nueva entrega de la saga de infectados, que regresa tras casi tres décadas, no se limita a seguir el modelo clásico de thriller postapocalíptico. El prólogo con Aaron Taylor-Johnson y el joven protagonista parece calcado de una misión inicial de supervivencia: recursos escasos, flechas limitadas, enemigos que reaccionan al sonido, y la necesidad de pensar muy bien si luchar, esconderse o escapar. Hay un ritmo pausado, de exploración tensa, en el que cada paso importa.
Y sí, hay bullet time. Pero lejos de ser un simple homenaje visual, este efecto –probablemente aportación de Danny Boyle– se integra de forma orgánica en la experiencia, dando al espectador la misma sensación de precisión y control que cuando ejecutas un disparo perfecto en The Last of Us.
Un RPG disfrazado de cine, misiones secundarias y templos ocultos
A medida que avanza la trama, 28 años después se vuelve más ambiciosa y también más “videojueguil”. Surgen personajes que no están ahí solo para avanzar la historia, sino para enriquecer el mundo. Diálogos que expanden el lore, caminos secundarios, decisiones con consecuencias. No estamos hablando de un guion lineal, sino de una aventura con ramificaciones.
Uno de los momentos más potentes de la película nos lleva a lo que podría llamarse el “templo de huesos”, una localización tan atmosférica y simbólica que parece sacada directamente de una mazmorra de Elden Ring. Garland lo filma con respeto y creatividad, como si supiera que los fans están buscando algo más que acción: están buscando sentido.
Garland y A24, el dúo perfecto para cruzar la niebla
El fichaje de Garland por parte de A24 para adaptar Elden Ring no es solo una buena noticia; es probablemente la única jugada que puede hacer justicia a una obra tan colosal y críptica. A24 sigue tanteando cómo entrar en terrenos más épicos sin perder su esencia autoral, y Garland, con su estilo tan marcado y su obsesión por el detalle, es una apuesta segura para este salto.
Aunque el propio Garland anunció que se tomaría un descanso del cine, este año parece más activo que nunca. Quizá porque se ha dado cuenta de que su lenguaje visual y narrativo no está en crisis: está evolucionando. Y ese camino –paralelo al de tantos videojuegos contemporáneos que ya beben del cine– lo ha llevado al cruce perfecto entre dos mundos.
Garland, listo para su jefe final
No es que Garland haya estado entrenando toda su vida para adaptar Elden Ring, pero sus películas más recientes parecen indicarlo. 28 años después no es solo un regreso a una saga icónica: es un manifiesto estilístico, una demostración de que el cine puede adoptar las reglas del videojuego sin dejar de ser cine.
Si esto es lo que puede hacer con una historia de infectados, ¿qué no podrá hacer con las Tierras Intermedias, los semidioses caídos y el Anillo de Elden?